El pasado jueves día 11 de diciembre, cogí el tren Girona-Barcelona de las 20.30 horas, tarde, como siempre, pero ésta no es la principal queja de mi escrito. En la estación de Sils subió una señora justo cuando las puertas se cerraban. Esta señora quedó colgando del vagón, con una pierna dentro y medio cuerpo fuera. El tren arrancó y no se detuvo hasta que un viajero tiró de la palanca de emergencias. Total, unos 20 metros. Cabe decir que la señora estaba totalmente extasiada y no hay para menos. Sorprendentemente el conductor del tren llegó al vagón donde se encontraba la accidentada, cerró la puerta y se marchó sin decir nada. Evidentemente, el señor interventor hizo su camino parándose delante de la señora, cobró el billete e hizo oídos sordos cuando la mujer le explicaba el incidente sufrido. Se fue como si nada hubiera pasado. Esta señora se merecía un trato más educado por parte del personal de Renfe. Ninguna de las dos caras visibles de la empresa abrió la boca para mostrar un mínimo interés por la señora. Encima, en el vagón hubo pitorreo y risitas por el incidente. ¡Denigrante!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de diciembre de 2003