A dos años de la entrada en circulación del euro, la mitad de los europeos se siente cómodo con el manejo de la nueva divisa. Con el paso del tiempo ha aumentado el número de quienes piensan en euros, pero sólo en las compras diarias. A la hora de las adquisiciones grandes, como el coche o la vivienda, los ciudadanos de los 12 países de eurozona siguen pensando en términos de la extinta moneda nacional. Los españoles, con el 13%, están ligeramente por debajo de la media (16%) en la traducción a euros de los gastos importantes, pero se sienten más cómodos que la media de comunitarios (el 46%) cuando piensan en los gastos cotidianos; el 57% no tiene problema en hacerlo en euros.
Exactamente como hace un año, la mitad de los europeos que manejan la moneda única dice no tener ninguna dificultad en el empleo de la nueva divisa. El euro es asumido con naturalidad en los gastos cotidianos, pero a la hora de las compras que más desestabilizan las economías (y los encuestadores mencionaron expresamente coche y vivienda), los ciudadanos siguen buscando el confort de pensar en términos de las desaparecidas monedas nacionales.
A la hora de estas inversiones gravosas, apenas el 16% de los consultados piensa en euros, frente al 54% que busca la antigua referencia. Es un reflejo natural: lo que para el consumidor supone un desembolso importante debe verse reflejado en una cifra alta. El 56% de los españoles prefiere decir que un piso vale 50 millones de pesetas en vez de 300.000 euros, frente al 13% que se siente cómodo con la terminología oficial, según este sondeo.
Es una resistencia en perfecta sintonía con la del resto de la eurozona, donde sólo los irlandeses (61%) piensan mayoritariamente en euros a la hora de desembolsos fuertes. En los gastos cotidianos, también son los isleños quienes más han asumido el calcular en euros, pero en este renglón el espectro de opiniones es mucho más amplio. Casi la mitad de los consultados (46%, cuatro puntos más que hace un año) piensa en euros en el día a día, con los españoles en la parte alta de la tabla, dado que el 57% hace así sus cálculos.
El manejo cómodo de la nueva unidad monetaria no impide que exista recelo. Un aplastante 89% de los europeos (87% de los españoles) está convencido de que la reconversión de los precios a euros se hizo en contra de los intereses del consumidor, lo que se traduce en que el 38% de los consultados (18% en España) dice haber contenido el gasto en estos dos últimos años por temor a gastar en exceso. El 29% (31% en España) cree haber gastado más por no ser plenamente consciente del dinero que salía del bolsillo. De ahí el deseo de casi la mitad de la población (46%) de que se mantenga el doble etiquetado orientativo de los precios (antigua moneda y euros), que desea el 58% de los españoles.
La resurreción de los céntimos fue una desagradable consecuencia para algunos países. En Finlandia se llegó al extremo de prácticamente retirar de la circulación las monedas de 1 y 2 céntimos. Al resto de los europeos les gustaría hacer lo mismo. El 61% sería feliz si desapareciera la moneda menor y el 55% tampoco lamentaría no volver a ver los dos céntimos. Para España los porcentaje son, respectivamente, del 75% y del 61%.
Al contrario de lo que ocurre en Estados Unidos, donde la moneda de dólar ha fracasado dos veces en ganarse el favor ciudadano, el 67% de los europeos (70% de los españoles) gusta de la pesada solidez de la moneda de un euro. Sólo el 31% (20% en España) está de acuerdo con la idea de Roma de hacer circular el billete de un euro, plan que lógicamente cuenta con el apoyo del 76% de los italianos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de diciembre de 2003