Artur Mas acusó ayer al Gobierno de izquierdas, que le ha confinado a la oposición, de intentar destruir una de las más emblemáticas obras de Convergència i Unió (CiU) en estos 23 años: la cohesión y la convivencia de la ciudadanía catalana. "Han obtenido y se han repartido el poder al precio de sembrar la semilla de la discordia", señaló. Y calificó de tomadura de pelo, peligrosos, bestialidad, inadmisibles y burdos los argumentos de la nueva mayoría.
Menos de 24 horas después de la elección de Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat, la familia nacionalista de CiU se congregó anoche en Barcelona en un alarde de fortaleza y cohesión interna en torno a su candidato derrotado. Más de 2.500 personas abarrotaron el Palacio de Congresos. No faltó nadie. Ni la vieja guardia de Convergència, ni los dirigentes territoriales, ni la hornada de cachorros soberanistas en torno a los que Mas ha tejido sus más sólidos apoyos.
Los convergentes quisieron así demostrar, en un acto sumamente austero, que siguen siendo la primera fuerza política en el Parlamento catalán y la genuinamente "nacionalista" y "con las manos libres" después de que Esquerra Republicana haya optado por pactar con los socialistas e Iniciativa per Catalunya.
Aunque Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida -Jordi Pujol permaneció sentado en primera fila- aclararon que el acto no suponía una "venganza" o "desagravio" de los nacionalistas y que no actuaban desde el "resentimiento", el contenido de los discursos se obstinaba en desmentir estas afirmaciones.
El todavía conseller en cap cargó duramente contra las izquierdas al rebatir cada uno de los argumentos utilizados para justificar el pacto. Unas razones que calificó de "inadmisibles y burdas", sobre todo cuando "apelan a que hay que integrar a la gente que vino a Cataluña hace 30 o 40 años". "No se puede llegar y repartirse el poder al precio de introducir la división donde hay unidad básica, ni al precio de sembrar la semilla de la discordia donde hay convivencia. Aquí hay una sola comunidad y CiU se ha encargado de que no se resquebrajara", clamó. "Que no nos tomen el pelo con sus fabulaciones y martingalas", advirtió, porque "no conseguirán fundir los ideales de toda una generación con una maldita suma aritmética".
En sus discursos, ambos dirigentes nacionalistas lamentaron su pase a la oposición, pero al tiempo hicieron un llamamiento a la esperanza, a la cohesión interna y a la movilización con vistas a las elecciones legislativas de marzo. Mas y Duran destacaron: "Hoy empieza el camino para ganar las elecciones de 2007 con más fuerza que nunca para que no nos quiten lo que legítimamente hemos ganado". Y para afrontar este nuevo reto, Mas reclamó una "lluvia" de afiliaciones.
"Comedia estatutaria"
Respecto a la nueva legislatura que empieza, el candidato de CiU advirtió que su formación "no puede dar confianza a quienes han antepuesto los intereses de partido a los del país" y recordó que CiU es imprescindible para aprobar la reforma estatutaria. "Tenemos la llave y no permitiremos que se organice una comedia", avisó.
Las acusaciones más graves, no obstante, las lanzó el líder democristiano, quien aseguró que a Mas "le han quitado la corona" y que con Maragall se ha "devaluado el simbolismo de la Generalitat como institución y ya no digamos la figura del presidente". Porque, añadió, que un socialista presida el Gobierno catalán significa "sucursalizar y españolizar la política catalana". Después de la apuesta de ERC por el pacto de izquierdas, Duran Lleida señaló "que ahora más que nunca CiU representa a Cataluña".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de diciembre de 2003