Ignacio Aldecoa (1925-1969) pertenece a la llamada generación de los 50, con Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Luis Martín Santos o José Manuel Caballero Bonald, entre otros. Un grupo de escritores que trascendió el denominado "realismo social" sin renunciar a criticar las injusticias sociales de una España estrecha e inquisitorial. Gran Sol, premio de la Crítica en 1958, que mañana podrá adquirir por un euro al comprar EL PAÍS, es, a juicio de los expertos, una de sus obras cumbre, en la que alcanza la apoteosis de su estilo; una novela-reportaje en la que se narra la vida cotidiana de los pescadores de altura y en la que encaja perfectamente el concepto que tenía Aldecoa de su literatura: "Lo social es la base fundamental de mis obras, pero pretendo también que tengan calidad literaria, hálito poético y expresivo adobo". Y si la búsqueda de la perfección y de la calidad de los textos eran dos de las virtudes de buena parte de la mencionada generación, la elección de personajes y ambientes infrecuentes fue otra característica de sus obras. Como él mismo explicaba: "Lo que se mueve, sobre todo, es el convencimiento de que hay un realidad española... que está casi inédita en nuestra novela".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de diciembre de 2003