Se dice que estas fiestas navideñas gastaremos más de 800 euros por cabeza. Ya se encargarán de ello las grandes superficies comerciales que nos están incitando a consumir más y mejor. Mientras, es posible que miles de personas estén muriendo de hambre en países del Tercer Mundo. Paradójicamente, la política agraria de la Unión Europea y de Estados Unidos sigue primando la no-producción de ciertos productos básicos y la destrucción de algunos excedentes. También resulta lacerante que en bodas y banquetes buena parte de la comida que se sirve vaya a la basura. Y no creo que las imágenes de la hambruna nos impidan celebrar las navidades gastando mucho más de lo necesario, porque tranquilizaremos nuestra conciencia pensando que la responsabilidad es de gobiernos y organismos internacionales.
Pero podríamos gastar menos en comida y regalos, y destinar lo que ahorremos a instituciones como los Bancos de Alimentos, Cáritas, Manos Unidas y otras que se dedican a combatir el hambre, bien sea en el Tercer Mundo o en ese cuarto mundo de la indigencia que puede haber en nuestro entorno inmediato.
Si demostramos con hechos nuestra preocupación por este problema, quizás los gobiernos se decidan a actuar de una manera más eficaz para solucionarlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de diciembre de 2003