Estoy harta de declaraciones rimbombantes de personalidades públicas y privadas que se dan golpes en el pecho y lamentan el aumento de mujeres muertas porque estaban donde no debían. Estoy asqueada de la proliferación mediática de cifras, que aumentan estadísticas asépticas que se limitan a enunciar una realidad espantosa a la que nadie o casi nadie hace frente con la misma ferocidad con la que los agresores hieren y torturan a sus víctimas.
Ya está bien de gimoteos, de presentar condolencias, de hacer exhibición presuntuosa de buenos sentimientos. Así no se frena el brazo de los asesinos ni se da la oportunidad de vivir a las mujeres que todavía no están en la lista.
Lo que hace falta no son proclama, ni discursos que llenan titulares. Lo que sobran son buenas intenciones vacías de contenido. Si de verdad se quiere frenar en seco la violencia de género lo que se precisa es que se adopten medidas concretas enmarcadas en planes integrales dotados de recursos presupuestarios. En cada Ayuntamiento, en las Diputaciones, en la Cortes Valencianas y en el Congreso de Madrid, se tienen que diseñar Planes de Prevención y Protección realistas, donde no se escatime el dinero, donde se articule la participación y la colaboración social, contando con todos, desde los centros educativos hasta la Fuerzas del Orden, pasando por los medios de comunicación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de diciembre de 2003