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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES

La arruga es bella

Una vez al año, el Consejo de Ministros se interesa por las bellas artes, y puntualmente compone una relación de unos veinte ilustres para que el Rey les imponga luego una medalla en una ceremonia de ringorrango. Los ministros de este año acaban de hacer pública la lista de 2003, compuesta, dicen, por "personas y entidades que hayan destacado de modo eminente en el campo de la creación artística y cultural". Como es habitual, han recaído en figuras del cine español unas cuantas de estas medallas: para cuatro intérpretes y un guionista. ¡Bienvenidas!

No obstante, sorprende que ninguno de los galardonados de este año sea representativo del cine más reciente, como si los bellos artistas no se hubieran portado bien. En su lugar, se ha preferido optar por el pasado, que parece gozar de amnistía. Uno de los premiados de este año es, por ejemplo, Arturo Fernández, que hace tiempo está anclado en éxitos de teatro de vodevil, ataviado siempre con su impecable esmoquin; o Carmen Sevilla, más divertida, eso sí, en la tele de hoy que cuando era la folclórica cinematográfica favorita de Franco. O el guionista Carlos Blanco, autor, entre otras, de aquella legendaria Locura de amor, tan popular en los cuarenta, y que este año ha estado de fugaz actualidad gracias al remake de su guión de Los peces rojos, que Antonio Giménez-Rico, producido por José Luis Garci, ha convertido en Hotel Danubio.

Otro de los premiados ha sido el galán Conrado San Martín, también muy popular en los años cuarenta y cincuenta, y que desde entonces ha sabido mantenerse en activo, con más o menos altibajos. Finalmente, medalla de Bellas Artes para Geraldine Chaplin, actriz guadianesca que Almodóvar dirigió recientemente en Hable con ella. Quizás esta medalla haya sido una forma de premiar indirectamente a dicha película y a todo su equipo, como complemento al Oscar al mejor guión que, como se recordará, Almodóvar recogió este año en una gala tensa, ante el temor de que los premiados se manifestaran en contra de la guerra, tal como ya había ocurrido en los Goya españoles. Alguna protesta sí hubo también en Hollywood, pero menos de lo esperado.

El actor Carmelo Gómez ha declarado esta semana, al recibir el premio honorífico que le han dado en el festival palentino de Aguilar de Campoo, que el cine español "parece estar pagando el haberse posicionado públicamente en contra la guerra". No es obligatorio creerle, pero ¿es que no ha destacado nadie "de modo eminente en el campo de la creación artística y cultural", relacionado con el cine español de este año? Ahí está para demostrarlo el premio Fipresci a Las horas del día, de Jaime Rosales, en el festival de Cannes, y la selección de Soldados de Salamina, de David Trueba, como propuesta al Oscar de la Academia española, y Mi vida sin mí, de Isabel Coixet, finalista en los premios europeos, y los éxitos comerciales de Mortadelo y Filemón, de Javier Fresser, segunda película más taquillera en la historia del cine español superada sólo por Los otros, de Alejandro Amenábar, o los de Días de fútbol, de David Serrano; Carmen, de Vicente Aranda; El oro de Moscú, de Jesús Bonilla; Planta 4ª, de Antonio Mercero, y Te doy mis ojos, de Iciar Bollaín, en riguroso orden de recaudaciones hasta hoy. Éxitos conseguidos sin malas artes.

Enhorabuena en cualquier caso a los premiados. Y también a los que siguen en la brecha confiando en que el próximo año, o cuanto antes, algo de esto cambie de una puñetera vez.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de diciembre de 2003