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VISTO / OÍDO

¿España?, ¿qué España?

Dijo el Rey que España era plural y diversa; y una "rica realidad labrada durante siglos con gran esfuerzo por nuestros antepasados". ¿Los suyos o los míos? Y Aznar, con su estilillo del pistolerismo joseantoniano: "Ya está bien de que algunos se levanten cada día con el único ejercicio de insultar a España": ¿la suya o la mía? Nací cuando los intelectuales y políticos discutían sobre qué era España, qué problema tenía, qué realidad histórica, qué enigma: incluso por qué se llamó así, con una palabra extranjera. Dos grandes hombres, Américo Castro (izquierda) y Sánchez Albornoz (derecha, pero también exiliado), casi llegan a las manos por nombres, fechas, sentido, islamismo, judaísmo, romanidad. Y antes de ser mayorcito, media España mataba a la otra media, y viceversa, sobre el sentido de España y, más que su pasado, su futuro. Ganaron los malos, como es costumbre, y de ellos deriva esta aseveración de la España de "nuestros antepasados" (plural mayestático: debe comprender Trastámaras y Austrias, desde luego Borbones y el Franco que recolocó a los Borbones que la otra España había desterrado cariñosamente). Y esa acusación beligerante del único ejercicio de insultar a España: será a la suya, que es muy personal, y de sus antepasados, a partir de una conversión (la de don Manuel, vasquista, azañista y franquista: la muerte le impidió cambiar de nuevo). Hubo un tiempo, hacia la época dorada del pensamiento, prerrepublicano y republicano, que sobrevivió después aun en la diáspora, en que se cambió la rebusca de la historia y se empezó a hablar de los españoles más que de España: "nuestros" antepasados de la gleba, la infantería, la picaresca, las pestes, la Inquisición y el hambre que al fin logró librarse por un rato: cuando quiso aproximarse un poco más a la simple comida, se la cargaron otra vez los antepasados de ellos.

Los historiadores de la nueva escuela, algunos extranjeros y algunos españoles, hicieron la historia de los españoles. También se acabó. Ahora es el tiempo de las biografías encomiásticas de Isabel -más que de Fernando-, a la que quieren beatificar porque echó y quemó a judíos y moriscos, arruinando la agricultura, la irrigación, la banca, el pensamiento científico, la filosofía de este país, sustituyéndola por la bruta teología; de Carlos V, de Felipe II y hasta del que llamábamos "rey felón", Alfonso XIII, el de Primo de Rivera, Berenguer, la guerra de África y la ley de fugas. ¿De qué España hablan éstos? ¿A cuál insultan, "y ya está bien" -chulesco-, los que no piensan en otra cosa? Mal, mal termina el año que empezó mal.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de diciembre de 2003