La Base España de Diwaniya, sede del contingente de 1.300 soldados desplazados a Irak, se encuentra en alerta máxima desde el atentado del sábado en Kerbala. La situación se mantendrá, según un portavoz militar, por "un tiempo no concretado". Pese a ello, las tropas "desarrollan con normalidad y tranquilidad sus labores habituales", afirma el portavoz. La zona española incluye, además de Diwaniya (a 100 kilómetros de Kerbala), Najaf, la otra ciudad santa chií, donde se hallan los líderes religiosos de esta rama del islam.
Los dos suicidas, que se inmolaron el sábado en Kerbala y provocaron 19 muertos entre militares, policías y civiles, sortearon los controles de seguridad con facilidad. El coche-bomba lanzado contra la sede del Gobierno de la ciudad santa chií explotó dentro del recinto custodiado por soldados polacos. Otro vehículo de los kamikazes pudo llegar hasta las puertas del cuartel general de los militares búlgaros.
Los habitantes de Kerbala, al igual que algunos policías consultados, no albergan dudas. La mayoría culpa a Al Qaeda. Y no porque crean que entre los chiíes no puedan surgir candidatos dispuestos al sacrificio. Kamikazes libaneses de esta rama del islam ya volaron el cuartel de los marines de EE UU en Beirut en 1983. Lo que descarta la población es que los radicales chiíes se atrevan a perpetrar ataques de este tipo en sus ciudades santas.
La tesis de que los dos comandos puedan proceder del norte, de la zona suní, es la que ha llevado a reforzar la seguridad en Base España y en el área de influencia española en Diwaniya. La facilidad con la que los suicidas llevaron a cabo su acción demuestra que ninguna zona de Irak es inmune a la resistencia.
Salah Hasan -que regenta una librería, ahora sin cristales, a escasas decenas de metros del lugar de la explosión que destrozó la sede del Gobierno de Kerbala- dice que un coche pintado como los que utiliza la nueva policía iraquí logró adentrarse en el recinto protegido por los habituales bloques de hormigón que obligan a detenerse a todo vehículo.
Tal vez el hecho de que Kerbala, repleta de peregrinos iraníes, no hubiera sufrido atentados fomentó la laxitud de las medidas de seguridad. El cuartel en el que perecieron cuatro soldados búlgaros (el quinto murió ayer) carece de las paredes de hormigón que protegen a los norteamericanos. Umran Kadom, responsable de información de la Universidad de Kerbala, contigua a la base en la que estaban desplegados los búlgaros, afirmó que "50 estudiantes de Biología resultaron heridos". Sus carteras y mochilas estaban ayer a mediodía en el suelo de la planta baja.
A 200 metros, casi ninguna ventana de los edificios del centro docente quedó intacta. Kadom asegura que en el momento en el que el vehículo estalló contra el cuartel militar, a las 12.20 (dos horas menos en la España peninsular), otro grupo de insurgentes atacaba con fusiles por el lado opuesto de la universidad.
Kadom tiene la certeza de que la serie de acciones de la insurgencia fueron muy bien coordinadas. Unos cuantos minutos después del ataque al cuartel búlgaro se produjo el segundo atentado suicida, el lanzado contra el Gobierno local y la comisaría, cerca de la una de la tarde. A su juicio, los rebeldes esperaron a que los policías, una vez que conocieron el primer asalto, salieran del edifico policial para lanzar el vehículo bomba. Seis agentes y un civil fallecieron.
Ataques contra EE UU
En el hospital Al Huseini, Ali Musa, un responsable del centro médico, dijo que 12 personas habían muerto y 105, entre ellas una veintena de mujeres y niños, habían sido heridas, tres de ellas de extrema gravedad.
Por otra parte, los ataques de la resistencia iraquí siguen dirigiéndose contra los militares estadounidenses en las regiones en las que el régimen de Sadam Husein, derrocado hace casi nueve meses, gozaba de mayor respaldo popular.
Alrededor de las diez de la mañana, un artefacto mató a un soldado al paso de un convoy en Faluya, 60 kilómetros al oeste de Bagdad, en pleno triángulo sunita. Asimismo, una bomba en el comercial barrio de Karrada, en la capital iraquí, acabó pasada la una de la tarde con la vida de un uniformado y de dos policías iraquíes. Cinco soldados y nueve agentes resultaron heridos. Suman ya 212 los militares de EE UU muertos desde el 1 de mayo, cuando el presidente George W. Bush anunció el fin de las operaciones de guerra.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 29 de diciembre de 2003