En el Año Europeo de las Personas con Discapacidad parece de obligado cumplimiento, cuando menos, hablar del tema. Está de moda.
Estamos en el Año Europeo de...; la verdad es que queda hasta bien, y por fin los discapacitados tenemos un año para nosotros. Esto qué quiere decir, ¿que alguien se ha dado cuenta de que hay personas con alguna discapacidad? ¿Que en este año se va a hacer todo lo que no se ha hecho en los que no eran nuestros años? ¿Que a partir de ahora seremostodos iguales en una sociedad en la que todos somos diferentes? Somos altos, bajos, gruesos, delgados, sordos, invidentes, minusválidos... Si entramos en el juego de la semántica, bien podríamos hablar de "capacitados" o "discapacitados", o también de la persona media, resultando que todos estamos por encima o por debajo de los parámetros de esa media.
Pues bien, si todo esto es así, que lo es, cabría preguntarse: ¿estamos todos capacitados para realizar cualquier tarea? ¿Podríamos decir que todos tenemos alguna discapacidad?
Todos tenemos los mismos derechos, los mismos deberes y deberíamos tener las mismas oportunidades. Vale, pero después de este año europeo de las personas con discapacidad, ¿qué? Posiblemente tendremos que continuar limosneando nuestros derechos en los despachos, reclamando, tal vez, aquella promesa electoral... Reclamar incluso la posibilidad de poder acceder a un centro educativo, ejerciendo así nuestro derecho a la educación. Que en cualquier momento de la jornada docente una persona discapacitada pueda acceder a un aseo, de forma independiente, sin tener que hacer uso de su pudor. Que el simple deseo cotidiano de tomar un café o dar un paseo sea un acto de ocio y no una batalla contra el olvido y la indiferencia. ¿Tendremos que seguir recordando que a los discapacitados también nos gusta el cine, el arte o simplemente disfrutar con nuestros compañeros de instituto de una excursión en un autocar adaptado?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 29 de diciembre de 2003