Celebro que tengan lugar fiestas de reivindicación del fútbol catalán como la del día 28, que el encuentro sea emocionante y enfrente a dos pueblos que tienen mucho que compartir, que se haga piña alrededor de la posibilidad de que algún día nuestras selecciones tengan el reconocimiento que les corresponde para poder competir oficialmente en igualdad de condiciones contra otros países. Pero mi ilusión no será plena mientras desde la capital del Reino nuestro espíritu reivindicativo se interprete como un partido de costellada entre selecciones que pasan estos días entre nosotros y una representación amistosa de jugadores de una comunidad española. Ojalá que con el nuevo Gobierno catalán también en eso nos dejen de marcar goles.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 31 de diciembre de 2003