Señor Ruiz-Gallardón, déjese de obras faraónicas, de endeudarse y de aumentarnos un 100% el recibo del IBI (Impuesto sobre Bienes Inmuebles) para financiarlas, y dedíquese a lo que es propio de un alcalde: que las calles estén limpias, que las aceras no estén rotas, que el mobiliario urbano y las zonas verdes estén bien conservados, que funcione el transporte público y que el tráfico rodado sea fluido. Se lo agradeceríamos muchos madrileños, incluso aquéllos que no le hemos votado. Aunque, claro está, todas estas cosas quizá se le queden demasiado pequeñas a nuestro regidor que, casi seguro, aspira a metas más altas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 31 de diciembre de 2003