Sostiene el señor Carod Rovira que Cataluña aporta mucho dinero a la bolsa común y que la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo. Eso, aparentemente, suena bien, pues los excesos del saldo no se deben pasar a otra parte si quedan necesidades sin cubrir allí donde se produce la riqueza.
Sin embargo, el razonamiento omite algo importante: ¿el monto total de la bolsa, el caudal que se acumula, tiene o no tiene que ver con la actual distribución? Si cambia ese reparto de saldo, ¿seguirá igual el volumen de ingresos? Tal vez aumente o tal vez disminuya. La respuesta la dará el tiempo, pero es seguro que el replanteamiento de la finalidad puede llevar a reajustes y cambios en los procesos y las fuentes que nutren la economía catalana.
También se puede dar una consecuencia no deseada: la postura de que se quede en el territorio todo lo que éste produce puede llevar a que cada comunidad autónoma se cierre sobre sí misma, procure ser autosuficiente y, en consecuencia, disminuya el flujo de transacciones e intercambios. La intensificación de esta tendencia puede llevar a la autarquía.
¿Es esto avanzar con los tiempos o darle marcha atrás a la historia?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de enero de 2004