Por su gran fragilidad, las hojas secas que caen de los árboles se deshacen y se autoeliminan con rapidez, a cuyo proceso natural puede ayudarse, pero con sencillos aperos y elementos no agresivos y no degradantes del medio ambiente.
Aparte de que, al fundirse con la tierra, esas hojas la nutren y enriquecen, como sucede en zonas verdes y en los alcorques de los árboles. Por lo que están de sobra los tubos tremendamente ruidosos y contaminantes que últimamente se emplean en calles, paseos y parques contra esas hojas secas.
Ahora que se dice por las autoridades que se nos va a defender más de los ruidos, habrá que empezar por suprimir dichos maldecibles tubos, que producen, precisamente, los peores y más injustificados ruidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de enero de 2004