Estaba yo preocupada por la extraña exclusión que sufría nuestro país por parte de los extraños designios que apuntaban a los países participantes en la cumbre de las Azores. El presidente de EE UU, señor Bush, el pasado verano sufría un aparatoso apagón que afectaba la Costa Este; un poco más tarde era el propio Londres del señor Blair quien se veía en las tinieblas; a continuación, como en una cinematográfica secuencia de castigos en serie, la afectada era la Italia del señor Berlusconi, cuyo cuerpo no estuvo en la famosa foto, aunque sí su espíritu e inspiración. Pero, ¿qué pasaba con España? ¿Por qué marginada así, nuevamente, en la historia, a pesar de su gran peso en el nuevo orden mundial? Menos mal que la providencia hizo justicia el pasado lunes, al dejar sin luz al Vall d'Aran, afectando a 25.000 personas, pero, ¡oh, milagro!, entre ellas, nuestro presidente del Gobierno, don José María Aznar.
Ahora sí que podemos decir que somos un país importante a la altura de los mejores.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de enero de 2004