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Maragall intenta sin éxito convencer a Aznar de que su Gobierno no es "extremista"

Ambos políticos confirman sus diferencias en su primera reunión, en un clima cordial

Pasqual Maragall, el nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña, salió ayer de su primera reunión con José María Aznar confiado en que el presidente del Gobierno haya entendido que su Ejecutivo tripartito no es "extremista ni radical". Este tono optimista, tras una larga reunión que el presidente del PSC calificó de "hito", no fue confirmado luego por el Gobierno. El vicepresidente segundo, Javier Arenas, no se queda "nada tranquilo" porque los pactos en Cataluña indican "un futuro de políticas radicales". Ambas partes confirmaron sus diferencias aunque en un tono "correcto".

Maragall acaba de llegar al Gobierno y Aznar está en sus últimas semanas. Pero sus tradicionales discrepancias siguen en el mismo sitio. No hubo ni una sola coincidencia, salvo el respeto institucional y el tono "correcto", según el Gobierno central, o "muy agradable", en la versión, más positiva, de Maragall.

Esa diferencia de tono se comprobó nada más comparecer el vicepresidente segundo, Javier Arenas. Si Maragall había agradecido incluso el "espíritu abierto" con el que el presidente le había escuchado en La Moncloa, Arenas pasó inmediatamente a recordar una "base difícil" para que puedan entenderse: leyó un párrafo del acuerdo de Gobierno en el que PSC, ERC e IC-V se comprometen a impedir la presencia del PP en el Ejecutivo y a no realizar pactos con este partido. "Eso es insólito en 25 años de democracia, es una base previa difícil para el diálogo", explicó el vicepresidente segundo. Más tarde corrigió ligeramente al añadir: "Espero que ese párrafo se quede en la literatura".

La clave del tono político la colocaron ambos en las expectativas de futuro. Maragall creyó que Aznar había entendido que su Gobierno "es sensato y se atiene a las reglas del juego", y confió en que la relación entre ambas instituciones cambie después de la reunión, tras un mes de enfrentamiento abierto. Calificó la cita de "buen final para un mal principio". Arenas no compartió para nada ese optimismo. Se limitó a recordar que en época electoral y cuando se tratan asuntos importantes, como el modelo de Estado o la financiación autonómica, "el debate es intenso".

Del futuro no quiso decir casi nada, salvo que "los ciudadanos se pronunciarán", dentro de dos meses, y elegirán a un nuevo Gobierno, que será el que tenga que decidir el nuevo tono de relación entre ambas instituciones. Sin embargo, el buen clima de la conversación llevó a ambos a evitar cualquier tipo de descalificación directa. Arenas, en un momento de discrepancia de interpretaciones sobre el contenido de la reunión, incluso bromeó: "En el clima de hoy no seré yo quien acuse a Maragall de inventarse nada. Ha interpretado mal un silencio del presidente que era de cortesía, no de aceptación". La duración fue mayor de la habitual, más de hora y media.

Las discrepancias eran muchas, pero se centraban sobre todo en la reforma del Estatuto catalán. Maragall sostiene que en este punto el Gobierno demuestra un "exceso de conservadurismo". Arenas dijo no sentirse "nada tranquilo" ante la posibilidad expresada por el presidente de la Generalitat de que, si se aprueba esa reforma en el Parlamento catalán y se "dilata" su paso por el Congreso de los Diputados, el Ejecutivo tripartito opte por convocar una consulta. En todo caso, Maragall garantizó a Aznar que no sería un referéndum, según Arenas.

Reforma del Estatuto

El presidente del PSC, tratando de resaltar posibles diferencias entre Aznar y Josep Piqué, sostuvo que el PP catalán está dispuesto a participar en la ponencia que estudie esa reforma, aunque no la apoye. Arenas, sin desmentirlo, contestó tres veces con la misma fórmula: "El Gobierno y el PP no consideran una prioridad reformar el Estatuto".

También hubo comparaciones con la anterior etapa de la Generalitat, presidida durante 23 años por Jordi Pujol (CiU). Maragall concluyó que "Cataluña pasa de formular quejas constantes y agravios a las propuestas".

Javier Arenas dejó la nueva situación en la condición de "gran incógnita", porque se ha acabado una etapa de "nacionalismo comprometido con la Constitución y el Estatuto" para entrar en un Gobierno tripartito "con propuestas radicales".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de enero de 2004