Estudio de Y. Merkin, 1928.
El estudio de hoy tiene una clara aplicación práctica, además de su gran impacto estético, porque muestra cómo razona un buen jugador. A pesar del equilibrio material, la intuición nos indica que la expuesta situación del rey negro, en el centro del tablero, a merced de los jaques, puede dar la victoria a las blancas. Sin embargo, los primeros intentos nos desaniman. Por ejemplo, 1 D - g5, Df4+ / 2 D - f4+, R - f4, cae el peón de g4 y el final resultante es de claro empate. El jaque directo con la dama no da nada: 1 Dh1+, Rd4 (pero no 1... Rf4 ni 1... Re5 por 2 Dh2+, ganando la dama) / 2 e3+, Rc4 / 3 Ca3+, R - b4, y el rey se ha escapado. El del caballo parece más prometedor, pero tras 1 Cc3+, Rd4 / 2 e3+, Rc4, las blancas han logrado muy poco. Llegados a este punto, y lejos de tirar la toalla, es el momento de dar alas a la imaginación, y hacerse preguntas. La clave es ¿qué pasaría si no existiese el peón de c6? El caballo podría dar un jaque doble desde b5, cuando el rey negro está en d4; por otro lado, la columna c quedaría abierta, lo que permitiría un eventual jaque desde c1 o c3 al rey en c4, ganando la dama de c7. Y la segunda pregunta: ¿puedo llegar a esas posiciones a partir del diagrama? En algunas variantes hemos ganado en diagonal la dama indefensa de c7. ¿Por qué no en vertical? También hemos visto que el jaque de caballo tiene buena pinta. Un ratito de reflexión y... ¡eureka! Sentimos el placer de hallar la solución: 1 Cc3+, Rd4 / 2 Cb5+, c - b5 / 3 Dh8+, Re4 (3... Rc4 / 4 Dc3 mate; y si 3... De5, / 4 e3+, ganando la dama) / 4 Dh1+, Rd4 / 5 e3+, Rc4 / 6 Dc1+, con ventaja decisiva. Cuando la belleza y la eficacia van unidas, el placer es doble.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de enero de 2004