Está en pleno Casco Viejo de Bilbao, en el tercer piso de un antiguo palacio del siglo XVIII rehabilitado como edificio de viviendas hace más de siglo y medio. Es la última propuesta de Epelde & Mardaras, los galeristas responsables de La Brocha, los mismos que en esta ocasión han convertido su propia casa en una singular galería que exhibe lo mejor de sus artistas.
Mientras uno de los hijos de la pareja, Antxon, correteaba ayer por los pasillos de la vivienda, horas antes de la inauguración, Emilia Epelde recordaba cómo han convertido las salas de su piso en un peculiar espacio de arte. "A la vuelta de Biarritz, donde en verano montamos una exposición temporal en una antigua carpintería, decidimos que era el momento de llevar a cabo una vieja idea: habilitar las habitaciones como un lugar donde disfrutar de las pinturas de Zumeta, Goenaga o Jáuregui como si el visitante estuviera en su casa", recuerda.
La propuesta resulta más que sugerente y para todos los gustos: en el pasillo se presentan las témperas y acuarelas de Fito Ramírez Escudero, inéditas; en la habitación de los niños se puede disfrutar con alguna de las piezas de la serie Bidaiak de Itxaso Ugalde, y no faltan, por supuesto, algunos de los últimos zumetas, que iluminan las paredes de las seis salas principales, incluido el dormitorio del matrimonio. Pero la casa guarda también otros atractivos: la decoración neoárabe de alguna sala, de fines del XIX; la colección privada que la galerista conserva con los dibujos de Mikel Mardaras, o el fresco (un paisaje industrial) que éste último pintó sobre los muros de la cocina.
Esta propuesta surge como el espacio privado de la galería La Brocha. "Es un lugar sin ley ni horarios", señala Emilia Epelde. Las visitas serán previa invitación o con cita previa, y el programa de actividades incluirá también representaciones de teatro de bolsillo, conciertos de cámara o exposiciones únicas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de enero de 2004