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Reportaje:

Todo un carácter

La carrera de Davids, el refuerzo del Barça, está tan llena de éxitos como repleta de polémicas

Los tiffossi del Juventus suelen exhibir en Delle Alpi una pancarta que muestra el dibujo de un primer plano de Davids. Como si de un estandarte guerrero se tratara, la fiera mirada del holandés, realzada con los gruesos trazos de sus gafas protectoras, denota agresividad. Es un aviso para el equipo visitante: nadie pasa un buen rato frente a Davids, hasta no hace mucho todo un icono de los hinchas locales. Pero el idilio ha terminado con su cesión al Barça. Era inevitable visto su divorcio con los directivos turineses a los que acusa de haberle tratado como mera mercancía en el pasado para después ofrecerle una renovación a la baja. "Con los compañeros estoy bien, pero no me tomaría un café con los dirigentes", dijo hace un año.

La carrera de Edgar Davids (Paramaribo, Surinam, 1973) ha estado marcada títulos y polémicas casi a partes iguales. Hijo de un soldador emigrado a Ámsterdam, pronto fue captado por el académico fútbol base del Ajax, debutando con el primer equipo en 1991 con Leo Beenhaker en el banquillo, aunque fue Van Gaal el entrenador bajo cuyo mando conseguiría muchos títulos (y que le puso el apodo de pitbull) coronados con la Liga de Campeones del 95 . Su carácter indómito pronto generó noticias: en la Eurocopa 96 fue expulsado del combinado nacional por no aceptar de buen grado su suplencia, y se marchó acusando al seleccionador -Guus Hiddink- de dejarse presionar por el grupo de jugadores blancos del conjunto holandés.

El Milan le fichó a coste cero ese mismo verano, y Davids define aquella etapa como el episodio más amargo de su carrera. Sufrió una rotura de tibia y peroné que le tuvo muchos meses parado, y aquel Milan estaba en proceso de derribo, sumido en una grave crisis de identidad. Tuvo como técnicos a Tabárez, Sacchi y Capello, que finalmente aconsejó su traspaso al Juventus en la navidad de 1997. Parafraseando la publicidad de una marca de gasolina, el técnico Marcelo Lippi le presentó como "un tigre en la sala de máquinas". En ningún sitio como en Italia se aprecia tanto su actitud combativa en la presión. Pero detrás de su potencia física, su descomunal determinación defensiva y su aceptable técnica, Davids tiene importantes lagunas a la hora de leer el juego como mediocentro: traslada demasiado la pelota, es muy acelerado y tiende a chocar de manera permanente, fomentando un exceso de dureza que le ha acarreado un sinfín de expulsiones.

Con el Juventus ha ganado tres scudettos y antiguos compañeros como Marcelo Salas le definen como el único jugador en Italia que se partía de risa tirando un caño en los entrenamientos. Pero también ha tenido episodios sombríos en esa etapa. Durante la Eurocopa de 2000, recibió las críticas de Johan Cruyff : "Es mejor que Davids juegue y cierre la boca. Que deje de provocar a los árbitros". El entonces seleccionador -Frank Rijkaard, del que también fue compañero en el Ajax como jugador- salió en defensa del centrocampista, cuya actitud tachó de modélica. Ese mismo verano se operó de un problema de glaucoma en su ojo derecho, y hubo cierta polémica por un colirio que utilizaba, ya que contenía sustancias presuntamente dopantes, pero finalmente el Comité Olímpico Italiano autorizó el uso del medicamento tras recibir las encolerizadas quejas del jugador. Nada más jugar tras su sanción por dopaje en 2001 (positivo por nandrolona por el que fue castigado con cinco meses) fue expulsado en dos partidos en cuatro días. El mismo año su pareja, la modelo Sara Hagens, con la que tiene un hijo, le denunció por malos tratos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de enero de 2004