El presidente de EE UU, George Bush, instó a luchar contra la corrupción en América Latina, a la que atribuyó buena parte de las causas que malogran sus democracias. Coincidiendo con el arranque ayer de la Cumbre Extraordinaria de las Américas, Bush aprobó un decreto que impide la entrada en el país de los funcionarios extranjeros considerados corruptos y lanzó una advertencia al presidente de Venezuela, Hugo Chávez. EE UU y su aliado México, dijo, trabajarán en la Organización de Estados Americanos para "asegurar la integridad del referendo revocatorio" contra el ex teniente coronel.
Las relaciones con el Gobierno de Vicente Fox, deterioradas al rechazar éste país la invasión a Irak sin el aval de la ONU, tienden a normalizarse después de que la Administración mexicana intensificara su colaboración antiterrorista en los aeropuertos nacionales y en una frontera común de 3.200 kilómetros. Bush anunció ayer que ha invitado a Fox a reunirse en su rancho en Tejas, el 5 y 6 de marzo, gesto reservado para los gobernantes de los países amigos de Washington.
Washington restringirá los viajes internacionales y suspenderá la entrada en Estados Unidos de los funcionarios malversadores que perjudiquen los intereses y políticas estadounidenses, y promueve la inclusión de una cláusula en la Declaración de Monterrey que permita la expulsión del sistema interamericano de los países corruptos. La cumbre de la ciudad mexicana reúne a 33 gobernantes de una América Latina fracturada, hostil en la definición de sus relaciones con Washington y discrepante sobre las prioridades regionales.
La mayoría de los presidentes latinoamericanos pedirá al jefe de la Casa Blanca una agenda social: ayuda financiera y migratoria, y la eliminación de los subsidios agrícolas, protestados por millones de campesinos latinoamericanos. No cabe esperar avances sustanciales de una cumbre en la que se estrenan los mandatarios de Brasil y Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner, de perfil izquierdista y menos proclives a los planteamientos políticos y comerciales de Estados Unidos. Las fricciones bilaterales con la Administración Bush respecto al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), o en el seno de las naciones latinoamericanas, son más acusadas que las coincidencias que en la cumbre de Quebec del 2001. Desde ese año, 14 de los 34 presidentes de los países miembros son nuevos.
El venezolano Chávez llegó a Monterrey proclamando que las cumbres no sirven para nada porque no logran reducir la pobreza, y que EE UU apadrina su derrocamiento y que se está animando "a que alguien me pegue un tiro". La trama, según dijo, consiste en difundir la idea de que si en Venezuela no hay un referendo contra su permanencia en el mando es porque él lo impidió y no a que la oposición fracasó en la recogida de las firmas necesarias para convocarlo. El ex teniente coronel tenía una entrevista con Fox, que debió aplazarse al no acudir Chávez a tiempo.
La cumbre discute, como asuntos oficiales, el desarrollo social, el crecimiento económico con equidad y la gobernabilidad democrática, y tiene lugar en una ciudad tomada por la policía, que controló o dispersó varias manifestaciones antiglobalización, integradas por cerca de un millar de personas. Durante los choques, grupos extremistas arrojaron orines a la fuerza pública, apedrearon algunos bancos y sucursales norteamericanas y arremetieron contra las vallas que protegen la sede de la cita americana. "Bush, no tengas miedo, que no somos iraquíes", gritaban. Otros quemaron banderas gringas o se desnudaron.
El presidente estadounidense se entrevistó, en primer lugar, con el gobernante anfitrión, Vicente Fox, con quien abordó la colaboración antiterrorista y propuesta de la Casa Blanca de legalizar progresivamente a cinco millones de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. Después lo hizo con Lula y con el presidente chileno, Ricardo Lagos.
Hoy tiene previsto reunirse con Paul Martin, nuevo primer ministro de Canadá, país que también se opuso a la invasión de Irak sin el aval de Naciones Unidas, y con los gobernantes de Argentina, Néstor Kirchner, a quien reprocha su acercamiento a Cuba, y de Bolivia, Carlos Mesa.
El dinero del emigrante paga comisiones del 30%
Los jefes de Estado y de Gobierno asistentes a la Cumbre Extraordinaria de las Américas discuten la definición de mecanismos que abaraten los costos financieros de las remesas que envían a sus familias los inmigrantes latinoamericanos en EE UU, Canadá, Japón o la Unión Europea: entre 32.000 y 40.000 millones de dólares durante el año 2003.
La cuantía supera el monto de las inversiones extranjeras en ese periodo: 29.000 millones de dólares por inversión extranjera. El objetivo es lograr una reducción del 50% en el costo de los envíos, fundamentales en la economía de la mayoría de los países receptores.
Algunas de las instituciones financieras encargadas de canalizar las transferencias cobran hasta el 30% de comisión del monto total.
Los inmigrantes mexicanos, cerca de ocho millones nacidos en México, aportaron el grueso de las remesas: cerca de 14.000 millones de dólares en el año 2003. Cerca de tres millones de centroamericanos, 600.000 colombianos y 150.000 venezolanos viven en Estados Unidos, mientras que más de medio millón de ecuatorianos salió de su país entre 1999 y 2001, buena parte de los cuales trabaja en España. Un informe de la organización Diálogo Interamericano pide a los Gobiernos latinoamericanos que eliminen cualquier traba a la recepción del dinero y eliminen los impuestos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de enero de 2004