Por primera vez desde que comenzara la Intifada, el movimiento islamista radical Hamás reclamó ayer la autoría de un atentado perpetrado por una mujer, que causó cuatro muertos y podría desencadenar una nueva ola de violencia. Esta última acción suicida tuvo lugar el día después de que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, especulara públicamente con la posibilidad de retirarse de la franja de Gaza, algo duramente criticado por los partidos de extrema derecha y algunos diputados del Likud. Su homólogo palestino, Ahmed Qurei, se negó a condenarlo, apelando a la moderación y a retomar las negociaciones.
Aunque el cinturón explosivo que cargaba esta nueva kamikaze (la séptima ya, pero la primera de Hamás) no debía pesar más que un par de kilos, su proximidad a los soldados logró que la deflagración acabara con la vida de tres de ellos y de un cuarto civil israelí. Cuando fueron evacuados sus cadáveres, los chalecos antibalas yacían sobre el suelo del contenedor de entrada al polígono de Erez. Completamente destrozados los de las víctimas, agujereados por la metralla los de los otros cuatro israelíes que resultaron heridos. Junto a las planchas de aluminio que formaban el techo y las trizas de conglomerado de madera de los que está fabricada la estructura, se podían ver los cascos, las llaves y otras pertenencias de las víctimas.
Según explicó el comandante del Ejército israelí en Gaza, Gadi Shamni, "la terrorista se aprovechó de la buena voluntad de los soldados" para lograr su propósito. Después de pasar por uno de los tornos de acceso al contenedor prefabricado, la suicida, de 21 años, "les dijo que tenía una prótesis metálica en la pierna, que haría saltar los detectores, como así ocurrió", continuó. Según su reconstrucción de los hechos, entonces "los que operaban los arcos de seguridad llamaron a una mujer soldado para que la cacheara y mientras ésta llegaba, la terrorista se abalanzó unos metros e hizo explosión", agregó Shamni.
Esta vez el objetivo elegido fue el polígono industrial de Erez, uno de los pocos vestigios que queda de la cooperación entre israelíes y palestinos que hizo posible el proceso de Oslo. Situado junto al paso fronterizo que comunica Israel con la franja de Gaza, esta zona franca da trabajo a casi 4.000 palestinos, que entran a diario por el punto en el que se registró el atentado. "Como resultado de este ataque, todo el paso fronterizo va a permanecer cerrado durante varios días", advirtió Shamni, lo que afectará también a los otros 15.000 jornaleros que salen cada día para trabajar dentro de Israel, la mayoría en la construcción.
La ironía del destino quiso que el atentado se produjese justo al día siguiente de unas polémicas declaraciones de Sharon que causaron la ira de la parte derecha del arco parlamentario israelí y una cierta incredulidad en la izquierda. Hablando ante una ceremonia de graduación de oficiales de origen beduino, el primer ministro comentó el martes que esperaba "poder abandonar Gaza en un futuro próximo", dando a entender que será una de las medidas de su plan de separación unilateral de los palestinos. Esto hizo que ayer el viceministro de Educación, Zvi Hendel, le reprochara que "los políticos que hacen declaraciones irresponsables acerca de retirarse de Gaza son culpables en gran medida del crimen acaecido".
"Por primera vez hemos usado una mujer ante las dificultades que afrontan los hombres", aseguró el líder espiritual y cofundador de Hamás, el jeque Ahmed Yasín al responsabilizarse del atentado.
Por otra parte, el primer ministro de Siria, Naji al Otari dijo ayer que con Sharon en el poder "no hay esperanzas para la paz".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de enero de 2004