La imagen de Diego Tristán discutiendo a gritos con su técnico, Javier Irureta, se repitió ayer, lo que ya viene siendo costumbre. El jugador sevillano se tomó con tanta calma la orden de su técnico para entrar al césped, que Irureta estalló. Tristán permaneció durante unos instantes en el banquillo, sudadera en mano, mirando al frente con cara de enfado. En ese momento, Irureta corrió a recriminarle a gritos su actitud.
A los dos minutos, Tristán sustituyó a Luque, el más acertado de los jugadores del conjunto gallego. El público de Riazor saludó el cambio con una gran pitada y sacando a pasear sus pañuelos blancos. Tristán no hizo ningún gesto de reivindicación hacia el banquillo cuando, instantes después marcó su gol, un golazo. "Hablamos en el vestuario y somos amiguísimos", dijo Irureta tras el partido, no sin ironía, cuando fue interrogado sobre lo sucedido.
Menos problemas tuvo Gregorio Manzano, quien recordó que, tras el choque de ida, declaró que el 0-0 no era tan mal resultado. "Sabía que en la vuelta marcaríamos y así ha sido", declaró.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de enero de 2004