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Crónica:FÚTBOL | Vigésima jornada de Liga

El Valencia pierde el control

Cañizares evita la derrota del líder frente a un Valladolid que se fue agrandando

Un empate feo en un partido muy feo. Así despachó el Valencia su primera defensa del liderato, con un borrón en su expediente, que dice que ha hecho la mejor primera vuelta de su historia. Y no sólo por el resultado. Más que por eso, porque en ningún momento tuvo el comportamiento que se le suponía, vista su trayectoria. Nunca tuvo el control, nunca frenó del todo a su rival y terminó por hacer que un equipo, el Valladolid, que comenzaba a perder fuelle se agrandase hasta terminar acechando sin descanso su portería. Pero en ella ayer estaba el guardameta de las grandes ocasiones. Cañizares salvó un punto con dos intervenciones espléndidas, una sobre la misma línea de gol respondiendo a un cabezazo de Makukula.

VALLADOLID 0 - VALENCIA 0

Valladolid: Bizarri; Torres Gómez, Peña, Jonathan, Marcos; Jesús, Ricchetti (Ciric, m. 83); Sales, Sousa, Óscar; y Makukula.

Valencia: Cañizares; Curro Torres, Marchena (Pellegrino, m. 64), Ayala, Carboni; Baraja, Albelda; Jorge López (Xisco, m. 73), Angulo, Vicente (Rufete, m. 83); y Mista.

Arbitro: González Vázquez. Amonestó a Marchena, Makukula, Torres Gómez, Jesús, Baraja y Fernando Vázquez, entrenador del Valladolid.

13.200 espectadores en el estadio Zorrilla.

El equipo de Benítez se encontró con un espejo, con un rival que le copió dibujo y comportamiento

Rafa Benítez no modificó ni una coma su ideario, salvo el cambio obligatorio de Aimar. Para el enganche apareció el comodín habitual, Angulo, con el encargo de moverse hasta hartarse. Pero el Valencia se encontró en el césped con un espejo, con un rival que le copió el dibujo y el comportamiento. fernando Vázquez había renunciado a su pareja de medias puntas en favor del doble pivote, a la caza de una solidez defensiva que últimamente está en entredicho, pese a que no estaba Aimar. Es más, el técnico blanquivioleta ordenó una entrega defensiva que alcanzó al propio Makukula, que tuvo que tapar a Ayala en los córners.

Así, el atasco fue monumental. Entre Baraja y Albelda, de un lado, y Jesús y Ricchetti, de otro, se organizó una carrera por la estadística de los balones robados sin que lo demás, distribuir u organizar, importase mucho. No había una sola transición. Los pelotazos que Vicente o Mista conseguían anestesiar terminaban siempre en la bota de un central cuando el delantero se había agotado de tanto correr porque no había socio al que darle el balón para que lo distribuyese, lo devolviese o hiciese algo más que soltar un zapatazo desde fuera del área sin ninguna capacidad de sorpresa. Además, con Jorge López inédito en la derecha, casi todo pasaba por Vicente, que se encontró con una mala pareja de baile, Torres Gómez, que abortó todo lo que el extremo intentó.

Las ocasiones no aparecían, nadie se aproximaba por el área del otro y todo se fio a la estrategia, a la jugada a balón parado. Ayala envió un cabezazo desviado en el único momento en el que Makukula se despistó de su marcaje después de un saque de esquina. El propio Makukula soltó un derechazo en un libre directo que tocó en Cañizares y en el palo y se fue fuera. Todo era tan previsible que la primera parte terminó por ser un bodrio.

El descanso provocó un cambio radical. Comenzó a aparecer el cansancio porque los dos equipos habían jugado en la Copa el miércoles y al control extremo con el que se había conducido todo antes le sucedió el desenfreno. Ocurrió la transformación en parte porque el Valladolid se encontró con dos contraataques casi consecutivos que por muy poco no terminaron en gol. El Valencia decidió acudir al intercambio de golpes que proponían los locales y así se abrió un partido diferente en el que, ya sí, los laterales atravesaban sin miedo la línea del centro del campo y en cada ataque llegaban más de dos futbolistas.

El más beneficiado por el nuevo escenario era el Valladolid, que, de la misma forma que sufre infinitamente cuando tiene que vérselas con un rival que le presiona, se las pinta sólo para volver loco a cualquiera cuando tiene que jugar al contragolpe. Óscar fue el primero en poner a prueba a Cañizares con un remate a bocajarro que se fue a las manos del portero. Luego, Makukula. Después, otra vez Óscar. El Valladolid se estaba agrandando y el Valencia reducía su ascendencia sobre el choque de manera vertiginosa. Así llegó el momento en el que Baraja perdió los nervios y soltó un cabezazo a Jesús que le había hecho una dura falta. El arbitro no quiso expulsar a Baraja, pero el centrocampista y los suyos se evaporaron del césped. Antes de eso, el Valencia había ya perdido el choque a los puntos porque al goteo de ocasiones del Valladolid sólo había respondido con un remate de Mista.

Pero al Valencia le quedaba mucho que sufrir y entonces apareció Cañizares. El trabajo se le había ido multiplicando a medida que se acercaba el final del partido. Benítez, con sus cambios, ya avisaba de que la cosa se estaba poniendo fea. No se arriesgó con la presencia de Marchena, que tenía una tarjeta y pudo irse expulsado en un par de persecuciones de Makukula, y colocó a Pellegrino en su lugar. Buscó después más posesión del balón con Rufete y Xisco. Pero el Valladolid se había lanzado por el partido y no iba a parar hasta el final. El portero valencianista fue entonces el encargado de salvar el empate con una parada prodigiosa, sobre la misma línea de gol, a remate de cabeza de Makukula. El Valencia comenzó a pedir la hora para llevarse un punto en su primera defensa del liderato.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de enero de 2004