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DON DE GENTES

Sodoma y Gomorra

La interpretación de Preysler recibiendo a sus inesperados amigos con la bandeja de bombones es representada en versiones porno en Chueca y alrededores.

QUISIERA SALIR AL PASO de ciertos rumores que circulan a mis espaldas y que, a la postre, me duelen: yo no he cortado con Bicoca. Para nada. Bicoca y yo seguimos siendo uña y carne, lo que pasa es que, como es natural, cada una tenemos nuestros ineludibles compromisos. Bicoca en Navidad está en Baqueira, y yo en Navidad estoy trabajando. Porque todavía hay clases. Pero con la cuesta de enero todas volvemos a nuestras posiciones. La otra mañana compré una caja de Ferrero-Rocher, que, por cierto, los anuncios de la Preysler en los bares de ambiente (gay, valga la redundancia) hacen furor, y la interpretación de Preysler recibiendo a sus inesperados amigos con la bandeja de bombones es representada en versiones porno en Chueca y alrededores. Pero a lo que iba, compré la bandeja de ferreros para un enfermo. Se trata de Cayetano. Que nos lo han operado. Me llama Bico, recién llegada de la estación de esquí, y me dice: "Chica, lo operamos, no es una operación a corazón abierto, pero es comprometida; Cayetano no volverá a ser el mismo". Seré clara: Bicoca ha castrado a Cayetano. Hacía tiempo que yo, un poco en calidad de víctima, se lo venía diciendo, que había que tomar medidas, porque, como ya he dejado constancia aquí en varios artículos, Cayetano, era verme y poseerme. Cuando salí de casa para ver al castrado dejé a mi santo con decimillas y viendo el DVD de Chicago, que se lo he regalado por su cumpleaños y está con el DVD que no mea. Le dije: "Cariño, me voy a ver a Cayetano, que lo han castrado". Y mi santo me dijo que él, en el caso concreto de Cayetano, hubiera optado por la solución final. Como verán, tanto libro sobre el Tercer Reich acaba afectando. Me gritó desde el sofá: "¡Te vas y me dejas por un perro!". Cuando se pone así en plan víctimita, no le hago caso, porque si por él fuera, ya te digo, no saldría a la calle, y yo, si no salgo, me trastorno y puedo acabar quemando la casa, como la loca de Jane Eyre, ese gran clásico de la literatura. Los bombones eran para el bulldog, pero el pobre, al verme, no hizo amago de poseerme, como era su costumbre. Pensarán ustedes que soy una romántica incorregible, pero sentí un vacío difícil de explicar. Cayetano sólo movió ligeramente la cola, tal vez rememorando viejos tiempos. Por el pasillo vino en su silla de ruedas a toda hostia (perdónenme la expresión) la madre de Bicoca. Llegó al salón, frenó en seco, cogió los ferreros y se fue a la misma velocidad. A esa anciana, yo, particularmente, aprovechando la nueva normativa de Tráfico, la retiraba el carnet. Bicoca me enseñó el vacío que había dejado el bisturí en la fisonomía de Cayetano: allí donde antes hubo dos testículos imponentes, ay, nada más que pellejo. Bicoca me contó que decidió operarle el día en que le llamaron de una empresa de publicidad para hacer el anuncio ese del reloj en el que un perro se tira al brazo de una chica. Bicoca dijo: "Me di cuenta de que la fama de Cayetano había llegado demasiado lejos". Ya que estábamos allí, enfrascadas en secretillos y confidencias, le pregunté a Bicoca qué le parecían todos estos movimientos extramatrimoniales que estaban teniendo los altos cargos del PP. Le dije: "Bicoca, ¿no crees que esto está empezando a ser, perdóname la expresión, Sodoma y Gomorra, el fin de una civilización?". Y Bicoca, siempre sorprendente, siempre buscando argumentos que a ti nunca se te habrían ocurrido, me dijo que estos evidentes escarceos de sus camaradas constataban dos cosas: primera, que las mujeres han perdido la vergüenza, son unas rompematrimonios y persiguen a los ministros como lobas en celo; y segunda y más importante, que si ellos no pueden sujetarse es porque son hombres, son hombres de España. Esto último lo dijo Bicoca como con orgullo y cerrando el puño hacia el cielo, en clara referencia a la potencia sexual de dichos machos. Ella siempre es positiva con las cosas del partido (del suyo). Para mí que el PSOE necesitaría una Bicoca, porque Bicoca es una de esas militantes que, hagan lo que hagan los de su partido, les parece superbién de la muerte. Bicoca ha tenido algún rollete con algún alto cargo (lo sé), pero ella es una tumba. Para ella, está antes el bien de España que el sexo. Bicoca es viuda. Ella siempre me dice: "Desengáñate, Viruca, es la mejor posición para una mujer". Y me lo dice como para que me anime a seguir su ejemplo. Viuda desde los cuarenta años. Y ahora, con los hijos estudiando masters en el extranjero, tiene toda la vida para el partido y para los deportes de invierno. Pero yo le digo que es que yo soy muy de estar en pareja. Y ella me dice: "Porque eres una tía superdependiente, no tienes confianza en ti misma, a muchas progres os pasa eso". "Pues a lo mejor", le digo, "a mí me convence cualquiera". El otro día me dijo Sánchez Dragó que, según un proverbio chino, la mujer ideal para un hombre es la que tiene la mitad de años (más uno) menos que él. "Así que", me dijo Dragó, "tú ya eres vieja para mí". Me dejó muerta. Que conste que yo no le había tirado los tejos. Concluyendo: que mi santo es un corderillo tierno para mí. Según dicho proverbio chino, a Bicoca, en su partido, le tocaría Fraga, y a mí, en el mundo de la intelectualidad, me tocaría Saramago. Pero no tentemos al diablo, ya bastante excitada está la derecha. Yo, como chica progre que fui (y que soy, según Peñafiel), soy una estrecha recalcitrante.

Por cierto, que Peñafiel me llamó Galindo en su columna. Y me preguntó Bicoca: "¿No sería una indirecta para llamarte retaco?". Como es Bicoca, me dejó con el come come.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de enero de 2004