Me duele el enterarme de que nuestra ciudad va a sufrir una amputación. De que algo precioso, algo de lo que mucha gente ha disfrutado, va pronto a desaparecer.
Va a desaparecer una época de nuestra vida. La van a borrar. Van a borrar huellas del pasado. Van a jugar a ser amos del pensamiento y sentimiento de las personas. Sombras y soles desaparecerán. Desaparecerán pájaros y tardes ensiestadas. Desaparecerá la música maravillosa. Desaparecerá un oasis. Desparecerá un sosiego.
Desaparecerá un ir y venir de personas. Personas que recorrían un espacio encantado. Un espacio que conectaba y encandilaba.
De dónde habrá salido ese proyecto, esa idea. Puede haber salido de cualquier lugar, de cualquier basurero. Cualquier niño lo haría mejor. Ningún niño desprecia el agua como juego.
Bastante es ya vivir en una ciudad contaminada, ruidosa y estresante como para que ahora nos amputen lo poco que nos queda. No provoquen lo inimaginable.
El agua es fuente de nuestras vidas. No alejen más esa ciudad soñada...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de enero de 2004