En plena campaña preelectoral vuelve a saltar la noticia referente a la deuda del Estado español con Andalucía. Mucho me temo que, a pesar de las muestras de conciliación de Chaves, este tema será el argumento principal de cara a los próximos comicios, y todo dentro de un marco de chantaje, rencores y previsiones de voto cuanto menos pintoresco.
En éstas estamos cuando a Cristóbal Montoro se le ocurre anunciar en Sevilla el propósito de alcanzar el tan ansiado acuerdo, pues si hay algo desagradable en la vida es tener que ir arrastrando deudas. Pero el señor ministro parece empeñado en que Teófila debe salir triunfadora de los comicios para que a Andalucía le paguen lo que le corresponde desde los tiempos de Felipe González, lo cual suena a chantaje y una forma de justificar las males artes negociadoras del gabinete de Chaves.
La clave del asunto es que llegue el dinero que, dicho sea de paso, será la mitad de lo previsto, pero con tanto dimes y diretes y descalificaciones personales, es normal que el pago se retrase aún más, lo cual sería realmente esperpéntico. Por ello debo darle la razón a Antonio Ortega y Pedro Pacheco: esto se está convirtiendo en un juego de niños y en un cachondeo que ya dura más de 20 años. Hay que negociar y alcanzar un acuerdo definitivo. No valen estrategias electorales, el pago de la deuda a Andalucía es una asignatura pendiente y no un objeto de mercadeo y compra de votos, con el dinero de los andaluces no se juega.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 19 de enero de 2004