En la noche de los domingos, TVE emite el programa Planeta encantado, de J. J. Benítez. Este domingo pasado tuve la absurda idea de quedarme a verlo y no pude dar crédito a mis ojos.
El señor Benítez presentaba el ¿prodigioso? misterio de unas esferas de piedra, según todas las apariencias modeladas por la mano del hombre.
Tras oír las insensateces que afirmó el presentador, yo también quedé sumido en el vértigo de un profundo misterio: ¿cómo es posible que TVE le haya pagado viajes por medio mundo para que insulte la inteligencia de sus espectadores? Claro que, a cambio, ahora sí me explico la enormidad del agujero económico de la televisión pública que los españoles nos vemos obligados a mantener.
Mientras este sujeto ha contado con un presupuesto más que considerable, la verdadera ciencia sigue casi ausente de la parrilla televisiva. Y cuando los telediarios dan alguna información científica, suele ser en los minutos basura, entre las noticias de bodas submarinas y gatos archimillonarios.
La única decisión sensata sobre el susodicho programa es su intempestivo horario de emisión. Debe ser para mitigar sus efectos nocivos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de enero de 2004