La editorial sevillana Renacimiento acaba de publicar Nuevos Diarios Inéditos, de Max Aub (París, 1903-Ciudad de México, 1972), en la colección Biblioteca del Exilio. El escritor español anotó en cuadernos, agendas y libretas estos textos llenos de agudeza, sabiduría e interés. Son 560 páginas en las que brilla la poderosa inteligencia y la ética insobornable del autor de La calle de Valverde. El libro recoge escritos comprendidos entre 1939 y 1972. El profesor Manuel Aznar Soler se ha encargado de la edición, prólogo y notas del volumen.
El libro es un auténtico festín de lucidez y curiosidad. "El odio mutuo de Azaña y Alcalá Zamora proviene tal vez de que, en el gobierno de la República del 31, eran los únicos de origen terrateniente, de posición acomodada, y ambos con buen conocimiento de la burocracia y de la maquinaria administrativa. Mandones, entrometidos y decididos a que nada se hiciera sin su consentimiento", escribe Aub el 21 de junio de 1968. Unas semanas más tarde, el 12 de julio, escribirá: "Acabado de leer el Diario del Che (...) El libro es terriblemente trágico porque se ve -sin que lo diga- que cada paso que da (roto por la enfermedad y la naturaleza hostil) va hacia la muerte. No hay una luz, ni un campesino que le ofrezcan colaboración". El libro de Aub está repleto de reflexiones, análisis, impresiones y pensamientos brillantes que hacen detenerse al lector.
Edición complementaria
Renacimiento ha publicado una edición que complementa la de Alba Editorial de 1998. "Así pues, la presente edición española, que hace honor a su título en la medida en que no repite ni uno solo de los textos ya publicados en 1998 por Alba Editorial, se presenta, por tanto, como rigurosamente complementaria de la anterior. Y ello con objeto de contribuir a un conocimiento más completo de la calidad intelectual y moral y de la personalidad humana, política y literaria del autor, sin duda uno de los escritores más relevantes de nuestro exilio republicano de 1939", señala Aznar Soler en el prólogo.
"Max Aub fue un escritor para quien la literatura constituyó una pasión de vida. Aun en las circunstancias más difíciles, en cárceles y campos de concentración, escribió casi todos los días porque escribir para él era tan natural y necesario como respirar. Las anotaciones de sus Diarios constituyen la prueba más contundente de hasta qué punto fue profunda su vocación de escritor. En sus Diarios hallamos constantes reflexiones sobre el oficio de escribir: escribía para no olvidar, para que constara más allá de la muerte lo que él llamaba 'el santo de su nombre", concluye Aznar Soler.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de enero de 2004