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COLUMNA

Lo de ellos, las personas

Mientras una impúdica Mae West le pone la última vela a los cien años de Cary Grand, tan seductor como ayer, tú ya sabes que también levantas pasiones e incendias covachuelas. Y quién te lo iba a decir a ti, ¿no? Si el joven británico Archibald conquistó Hollywood, y se le puso la piel tersa y de color nuez Cary Grand, para el capricho de las damas y la gloria del cinematógrafo; tú, sin salir del olivar y con algunas friegas de aceite virgen con iodo, eres el capricho y la necesidad del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, de su titular en carne mortal, de los subsecretarios, de todo el funcionariado, ¿cómo lo ves? Pues, date cuenta, al joven británico Archibald le ha tenido que dar todo un siglo de color de nuez Cary Grand, para provocar tanto alboroto, y que las insaciables vamps lo achuchen, le peguen revolcones y hasta se pisen las tetas, en sus salvajes fantasías. Y, sin embargo, a ti, en tan solo cuatro años y por unas elecciones generales de nada, te sacan en los papeles, en la radio, en la tele, y te convierten en un héroe mediático, en un objeto de patrióticos deseos, en un privilegio nacional, y si algo se pisan, se pisan el morro, que ya es ganas de pisar: lo nuestro son las personas, gritan en su descarada propaganda electoral. Y, según dicen, se ocupan de tu formación, de tu ocio, de tu bienestar, y de tu jubilación, por supuesto Cumplimos, dicen, como si pusieran un solo duro de su bolsillo, y no conocieran el pacto de Toledo y otros compromisos. Pero tú sabes que si en su descomunal mentira descubren su rapiña, en su silencio ocultan su miseria. Invierten en propaganda para su partido nuestros impuestos, el bocado de las privatizaciones, el zarpazo de corruptelas y corrupciones. No, las personas no son cosa de ellos. Cosa de las personas sí son los ministros y sus cuadrillas: les pagamos un sueldo que no se ganan, les pagamos el coche y el chófer, los escoltas, la mariscada, las vacaciones. Tú, soberanía nacional y artículo 1º de la Constitución, no te mereces empleados tan insolventes. Habrá que darles puerta.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de enero de 2004