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El mono pone fin al reinado de la cabra

Madrid

La cabra ha muerto, viva el mono. La entrada en el calendario chino del Año del Mono está considerado como un periodo de buena fortuna. En cambio, su antecesora, la cabra, no es un animal demasiado popular entre los chinos. El Año del Mono, según los adivinos orientales, impulsará los mercados bursátiles y traerá una fuerte dosis de caos político. El mono, según el horóscopo chino, premiará a los que apliquen bien su inteligencia y astucia. Los nacidos en 1920, 1932, 1944, 1956, 1968, 1980 y 1992 están bajo la protección de este animal, siempre según las creencias chinas.

A nivel más casero, parte de los 5.000 ciudadanos chinos que viven en la región se encomendaron ayer en Lavapiés al color rojo para conseguir suerte en este nuevo año. Además, los que se acercaron a la plaza de Cabestreros pudieron seguir en directo y a través de la televisión por satélite las celebraciones que se estaban haciendo en China y que no diferían mucho de la televisión española en Nochevieja: presentadores vestidos de gala, música y humor soporíferos a juzgar por el poco interés que prestaban a la pantalla los presentes. Los inmigrantes invitaron a la fiesta a otras comunidades, como la senegalesa, la hindú, la marroquí o la latinoamericana. Niños de todas las culturas se unieron enseguida a los festejos y jugaron a perseguir a los dragones y a los leones de cartón.

A pesar de la fiesta, los comercios chinos no cerraron. En el barrio de Lavapiés hay cerca de 280 establecimientos regentados por chinos, según el presidente de la asociación de vecinos La Corrala, Manuel Osuna. Muchas de esas tiendas son comercios dedicados a la venta al por mayor, que en los últimos cinco años han tomado el barrio en detrimento del comercio más tradicional. Pero también hay pequeños comercios regentados por ciudadanos chinos y dedicados a ropa tradicional de su país, al cuero o a la alimentación. Algunos de los tenderos agasajaron a los participantes con farolillos rojos y regalitos procedentes de sus propios comercios y que llevaron hasta la plaza de Cabestreros en unas cajas de cartón. Los presentes no duraron ni un minuto dentro de las cajas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 22 de enero de 2004