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Constructor de una estética

Hay mujeres y mujeres fotografiadas por Helmut Newton: misteriosas, dominadoras, sumisas, depredadoras, desnudas, incluso pornográficas. El fotógrafo de origen alemán que inventó el lado oscuro de la moda y puso su más elegante mirada en el erotismo murió el pasado viernes en un accidente de tráfico en Hollywood. Tenía 83 años. A lo largo de más de medio siglo, Newton siempre consiguió escandalizar y provocar en un mundo cada vez más saturado por el voyeurismo y el erotismo banalizado. Sus fotos desvelaron un universo de poder, sexo y glamour, una visión fetichista y teatral de modelos perfectas e inalcanzables, en sedosas medias negras y tacones de aguja.

Helmut Newton construyó un estilo propio que marcó en la fotografía del pasado siglo un universo donde un voyeur, instalado tras el objetivo, estableció unas reglas singulares del arte de mirar en materias tan manidas en el medio como el apartado iconográfico de la moda y el del desnudo femenino. Fue un mirón elegante que supo construir excelentes bodegones anatómicos con las más bellas modelos nórdicas (después lo haría en los gabinetes anatómico forenses). De hecho, se jactaba de registrar la "piel fría de las mujeres del norte de Europa". Paradójicamente, estuvo muy influenciado por la relación entre Eros y Tánatos, entre la muerte y el gozo de mirar.

Newton, como Mapplelthorpe, cada uno a su manera, siempre estuvieron al filo de la toalla y marcaron con su estilo sectores claves de la fotografía del pasado siglo XX. Como transgresores de la mirada padecieron las críticas de sectores reaccionarios (broncas frente a determinadas exposiciones o presentaciones de algunos de sus libros..., etcétera) en diferentes países en los que se suponía que las libertades democráticas estaban más arraigadas.

De Newton y de su producción guardo un grato recuerdo, especialmente por su colección titulada Los archivos de noche, en donde aparecía el Newton más puro y, a su vez, más global -no se limitaba sólo al capitulo del desnudo-, sino que hacía unos acertados guiños a sus estrechas relaciones entre la fotografía, la pintura, la literatura y la escenografía teatral, especialmente a la naturaleza muerta y al bodegón. Aquí empieza a realizar tomas en los museos, lo que él denominaba fotografía ortopédica; imágenes quietas que, con imaginación -evocando los artilugios literarios de Proust-, olían a formol o a las polillas de los camerinos de teatro que tanto amaba.

Lo cierto es que ha muerto un dandy constructor de una estética que marcó todos los medios de gran difusión de la fotografía reciente y que, como escribía el modisto Karl Lagerfeld, en su momento, tuvo mucho que ver con la iconografía de Erich von Strohein, concretamente con su obra La gran ilusión.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 25 de enero de 2004