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DON DE GENTES

Matrimonio de la humanidad

Hay personas que no leen esta columna porque creen que sólo se escribe de chismes y haciéndolo se rebajan. El escritor Sánchez Dragó es una de ellas.

SE ESTÁ MUY SOLA en la cumbre. Mis amigos y familiares dicen que no me llaman por no incordiarme. Dicen que imaginan que tengo una vida fascinante y que me sobran los compromisos. Para más inri, dicen que ya saben de mí a través de estos artículos que escribo; saben que no se me cae la casa encima, que ceno con personas importantes, dicen que viven con el alma en vilo porque piensan que un día mi santo dará un puñetazo y dirá "¡O dejas de escribir gilipolleces o me voy por esa puerta!", pero que se tranquilizan cada domingo cuando leen que mi santo resiste a mi lado aunque yo escriba que él es el que cocina y yo la que veo el Telediario de Urdaci con un botellín Mahou. El Ministerio de Cultura nos debería declarar Matrimonio de la Humanidad. Hablando de Urdaci: el otro día empezó su telediario con Aznar entrando al despacho de Bush y soltó el siguiente titular: "Pocos líderes mundiales pueden decir que han tenido una sobremesa tan larga después de cenar con el presidente Bush. La sobremesa se prolongó durante dos horas". Pues hijo, qué coñazo de sobremesa. A mí, la amistad entre Bush y Aznar, salvando las distancias, me recuerda a aquel noviazgo de Naomi Campbell y Joaquín Cortés, que declararon que su relación era como "muy de piel" porque ni ella sabía español ni él inglés. Pero vaya, al menos aquella parejilla tenía una actividad con la que matar el tiempo; pero me dirás tú esos dos presidentes, mano sobre mano, dos horas de reloj, con los pies sobre la mesa, y esos dos pobres traductores simultáneos dando cabezadas. Si una amistad pasa por la prueba de fuego de una sobremesa así es que ahí hay química. Por eso, cada vez que oigo rumorcillos, porque la gente es muy mala, de que Aznar es humano y también tiene ojos para las mujeres y para las actrices, yo digo, cuidadito, Aznar sólo dejaría a su santa por Bush, o, en su defecto, por Condoleezza Rice. Condoleezza le daría a Aznar un toque afroamericano que tal vez sacaría de él ese gitanillo que tiene dentro. Por cierto, el otro día me contó Leslie Crawford, la corresponsal del Financial Times, que fue testiga de un momento humorístico aznareño. En un encuentro distendido con corresponsales extranjeros, Leslie le comentó al presidente que ella estaba casada con un catalán, y el presidente le dijo: "Entonces usted también habla catalán en la intimidad". Lo cuento porque ahora que Aznar se va, conviene resaltar que un día hizo un chiste, y que tuvo su gracia, qué caramba. Me encanta que me cuenten chismes. Mis artículos son de chismes, por eso hay escritores que dicen que no me leen, porque creen que se rebajan. Sánchez Dragó no me lee, me lo ha dicho, pero Luis Landero, que sí que me lee (se rebaja) le contó que yo de vez en cuando le saco. Dragó me dijo: "Tú qué eres tan aficionada a los chismes, ¿has oído por ahí el rumor de que yo estaba líado con Esperanza Aguirre?". Y yo le dije: pues mira, no. Estábamos juntos en la entrega del Premio NH, que se lo llevó Zúñiga por su Capital de la gloria. Me alegré porque le admiro y le quiero a distancia. Digo a distancia porque Zúñiga es tan tímido que cuando le das un beso casi ni te acerca la mejilla, con lo cual sólo sientes los pelillos de esa barba que tiene de escritor eslavo. La ministra Pilar del Castillo entregó los premios con una de sus casacas, que parece que en cualquier momento se va a lanzar a bailar el Casachov. Pili le dijo a Sánchez Dragó: "Me acordé de ti, Fernando, porque estuve en China y es fascinante"; y Dragó le dijo: "Yo es que soy más de Japón, mi mujer es japonesa". Y es que a la ministra le pasa lo que a mí, que en cuanto entramos en Oriente se nos hace la picha un lío, permítanme la brutal expresión, y celebramos el Año del Mono con un sushi.

Pero lo que yo quería contar en esta columna chismosa es que la gente no me llama porque piensan que estoy ocupada. Tengo el síndrome Candice Bergen, que decía que cuando se quedó viuda de Louis Malle no la llamaba nadie porque pensaban que tendría mucha gente para consolarla. Así que cuando sonó el teléfono ayer tarde es que me tiré literalmente a descolgarlo. Era Carmen Linares, que me decía que quería mandarme un disco, y me lo decía con vergüenza, como es ella, que parece que pide permiso hasta para cantar. Desde aquí te lo digo, Linares: no te acabas de enterar de que eres la reina. El disco se llama Territorio flamenco. Viene desde Carmen cantando Se equivocó la paloma hasta Rancapino con Bésame mucho. La mujer de Rancapino le decía: "Rancapino, que te van a matar los puristas". Qué ladren los puristas en sus rincones, después de escuchar a Arcángel cantar La bien pagá y a Miguelito Poveda Cuesta abajo he llegado a la conclusión de que a los flamencos les sienta bien cualquier canción que les eches. Pero no es el único regalo que he recibido, también me llegó un paquete-bomba, el libro de amor-odio que Anna Caballé ha escrito sobre Umbral. Dice que Umbral siente vergüenza sobre su origen y cuenta datos biográficos que el escritor, al parecer, cambia o esconde. En un momento dado dice (más o menos) que soy como una especie de pupila de Umbral, pero que me falta un hervor. Pero yo qué le he hecho a esa tía académica. Lo miraré por el lado bueno: si a los quince años alguien me hubiera dicho que iba a salir en un libro junto a Umbral me hubiera sentido en la cumbre. Como estoy ahora. Sola como una perra.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 25 de enero de 2004