Aunque la imagen más habitual de un enfermo de Parkinson es el movimiento incontrolado, los que lo sufren saben que su problema es el contrario, la rigidez. "El movimiento incontrolado va y viene, pero lo peor es la rigidez, hay veces que nos da lo que llamamos el parón. De repente, no te puedes mover es como si un imán te atara al suelo", explica Modesta Gutiérrez, de 62 años, y enferma de Parkinson desde 1986.
El problema de Modesta, palentina afincada en Granada, es que por una razón desconocida sus neuronas producen menos dopamina de lo normal. La dopamina es un neurotransmisor implicado en muchas funciones, entre ellas el movimiento. Así que la falta de dopamina desencadena los movimientos incontrolados, la rigidez y los temblores.
Con los años, las neuronas cada vez producen menos dopamina y la enfermedad evoluciona. "Yo he vivido con una relativa buena calidad de vida durante muchos años, pero desde hace tres he empeorado. Ahora no puedo coser, tardo mucho en arreglarme y hay veces en las que caminar me cuesta un mundo", relata Modesta, empleada jubilada del Banco de España. Modesta explica que este año ha empezado "a perder la expresión". "Te cambia la cara, te cuesta sonreír y estás como apagado", afirma.
Los tratamientos actuales van destinados a paliar el déficit de dopamina. Los médicos dan sustancias análogas, como la levodopa. Pero el efecto es limitado. Modesta toma, entre levodopa, otros fármacos y antihipertensivos, 21 pastillas al día. Para los casos graves, los médicos instalan un electrodo en el cerebro que mejora la movilidad y disminuye los síntomas. Pero no hay cura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de enero de 2004