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Crítica:ROCK | Fito & Fitipaldis

Por puro placer

Cuatro días consecutivos ha conseguido este bilbaíno agotar las localidades en la presentación de su tercer disco de la era Fitipaldis, Lo más lejos a tu lado. Sin carteles, despliegue de cuñas de radio ni apariciones en televisión. Claro, que esto comienza ya a ser lo normal para este músico del corazón y su cuarteto de compinches, con el extraordinario guitarrista Batiz a la cabeza, porque en menos de dos meses han sido 22 conciertos, todos ellos con el cartel de no hay entradas, y para este año recién estrenado tienen ya programados otros cien.

Con la sala a rebosar de público de todas las edades y estilos de vestir imaginables, Fito volvió a plantear un concierto intenso, sincero y en el que el viejo diálogo de las guitarras, la solidez de una base rítmica de rock ortodoxo y los adornos de un saxo que no cansa tendieron las vías de la espectacularidad por las que discurrió un repertorio de sobras conocido para quienes gustan de la música cercana, con sensibilidad y romanticismo de a pie de calle. Toda una lección para los que prefabrican la música con la única intención de vender y vender. Fito hace esto porque le gusta, por puro placer y sin renunciar a la furgoneta, la proximidad con sus fans y la normalidad.

Fito & Fitipaldis

Fito Cabrales (voz y guitarra), José Alberto Batiz (guitarra y coros), Roberto Caballero (bajo), Javier Alzoca (saxo y coros) y Fernando Irazoki (batería). Sala Aqualung. 18 euros. Madrid, viernes 23 y sábado 24 y viernes 30 y sábado 31 de enero.

Comenzaba Fito su actuación con una de las mejores versiones de Quiero beber hasta perder el control que se hayan hecho. Tras un primer tramo de asentamiento en el que brillaron La casa por el tejado u Ojo que me mira, el grupo lució su swing noctámbulo en Barra americana, para dejarse caer acto seguido por la pendiente de los sonidos acústicos con los que vistieron A la luna se le ve el ombligo, Cerca de las vías y Qué divertido, en la que encajaron el Ahora que estamos tan agustito de Ketama. Enchufados otra vez, la banda bordó Estrella del rock y Rojitas las orejas, antes de despedirse con un buen trago de Whisky barato. Pero era una salida en falso, porque tuvieron que regresar para hacer, en medio del aplauso generalizado al 95%, con Sevilla Bilbao, el excelente blues Alegría y la extraordinaria Para toda la vida, entre otras canciones. Todo un diez para el músico que ha conseguido lo que Rosendo: si quiere no tiene por qué abrir la boca en todo el concierto, porque el público lo canta todo por él.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de enero de 2004