Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
CRISIS EN EL GOBIERNO CATALÁN

El desdoblamiento

Ni el más sagaz estratega electoral del PP hubiese ideado una maniobra tan brillante como la entrevista clandestina -el secreto de Polichinela para los servicios de información españoles o franceses- mantenida por Carod con representantes de ETA en el sur de Francia durante el primer fin de semana de enero. La noticia periodística fue confirmada por el propio interesado: el conseller en cap del Gobierno catalán -en funciones de presidente de la Generalitat por ausencia de Maragall durante esos días- cruzó la frontera pirenaica para hablar con dos destacados dirigentes -Albizu y Urrutikoetxea- de la banda terrorista. Según el comunicado difundido el lunes por el presidente de la Generalitat, Carod aceptó "una invitación de ETA" -respuesta a una previa solicitud suya cursada hace tres años- y fue "conducido" desde el lugar de la cita inicial "hasta una localización indeterminada"; el traslado a ciegas de la segunda autoridad del Gobierno catalán por el territorio francés de la mano de sus anfitriones terroristas es una estampa humillante y esperpéntica que atenta a la dignidad de las instituciones representadas por el viajero.

Aun lamentando de labios hacia afuera los perjuicios indirectos causados por la filtración de ese encuentro, Carod alega que el interlocutor de ETA no fue en realidad el conseller en cap del Gobierno tripartito sino el secretario general de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), un desdoblamiento todavía más prodigioso que el milagro de la bilocación. En sus declaraciones de ayer y anteayer, el demediado dirigente siguió en sus trece ("¿cómo no íbamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para salvar vidas humanas?") y ratificó el propósito de seguir en el Gobierno ("¿cómo voy a dimitir por defender una situación de paz?"). La incapacidad para aprender de la experiencia y la seguridad adanista de inaugurar el mundo condenan a la gente obcecada, torpe o ingenua a repetir las equivocaciones ajenas. No sólo las conversaciones con ETA mantenidas públicamente en Argel (1989) y Suiza (1999) por representantes de los Gobiernos del PSOE y del PP -con la aprobación y bajo el control de las fuerzas parlamentarias- enseñaron que la banda terrorista utiliza la consigna del diálogo político como un señuelo para dividir a los demócratas y poder seguir matando; los trágicos resultados de la falsa tregua unilateral declarada por ETA en 1998 seguramente han convencido al nuevo presidente del PNV, Josu Jon Imaz, de que la vía judicial es el único camino adecuado para terminar con el terrorismo

El presidente de la Generalitat aclaró anteayer que no comparte "ni la iniciativa ni el planteamiento político" que subyacen a la entrevista de Carod, cuya actuación "no responde a un mandato del Gobierno ni se corresponde con la política del Consejo Ejecutivo". Sin embargo, la sanción aplicada inicialmente por Maragall a la deslealtad personal e institucional de Carod (la retirada de las competencias en materia de supervisión de las relaciones exteriores) fue algo así como el suave coscorrón dado por un maestro bonachón a un niño travieso que ha prendido fuego al colegio sólo por el gusto de oír crepitar las llamas. La firme y valiente declaración posterior de Zapatero -que pidió a Maragall el cese de Carod-Rovira- no consiguió su objetivo de manera inmediata (abandonará el Gobierno cuando formalice su anunciada candidatura al Congreso de los Diputados) pero logró su destitución como conseller en cap.

La errática conducta de Carod no sólo sacudió los cimientos del Gobierno tripartito catalán sino que también ha sido utilizada como estribo por el PP para dar plausibilidad a los principales ejes de su campaña electoral. Resulta previsible que el partido del Gobierno aproveche la ocasión para seguir ejecutando el solo de trombón con que viene amenizando a la audiencia desde hace meses: la fragmentación interna del PSOE, la inestabilidad de las coaliciones de los socialistas con los grupos nacionalistas y los peligros para la solidaridad interterritorial -todo a 17- de una escalada desbocada de reivindicaciones autonómicas. Si la oposición intentase contrarrestar esa obsesiva tabarra mediante la salmodia paralela de los pecados comparados perpetrados por el PP durante la pasada legislatura (desde la guerra de Irak hasta la salacidad del alcalde de Toques, pasando por el naufragio del Prestige), algunos electores podrían vengarse de tanto tedio con la abstención y el voto en blanco.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de enero de 2004