La muerte de 62 militares españoles en el accidente del avión Yak-42 que les traía de regreso a España tras cuatro meses de misión en Afganistán, el 26 de mayo de 2003, causó un profundo trauma en el seno de las Fuerzas Armadas. Las contradictorias explicaciones del Ministerio de Defensa y la negativa del PP a crear una comisión de investigación en el Congreso exacerbaron los ánimos de los familiares de la víctimas, que denunciaron las condiciones en que los militares españoles se veían obligados a trabajar. La profesionalización del Ejército, con la consiguiente reducción de efectivos, fue acompañada de una multiplicación de las misiones en el extranjero: Bosnia (1992), Kosovo (1999), Afganistán (2002) o Irak (2003).
El Ministerio de Defensa incrementó sus presupuestos, no tanto por vía directa, pues lo impedía el objetivo del déficit cero, sino mediante los créditos de Ciencia y Tecnología, pero estos se dedicaron prioritariamente a los grandes programas de armas (el carro de combate Leopard, las fragatas F-100 o el caza EF-2000) y en mucha menor medida al mantenimiento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de enero de 2004