En Río de Janeiro, una de las grandes ciudades del turismo mundial, existe una categoría de profesionales que viven en el terror: son los médicos que trabajan en los hospitales públicos donde suelen ser internados los narcotraficantes heridos en enfrentamientos con la policía. La práctica de los narcos de entrar violentamente en los hospitales para rescatar a sus compinches heridos y los chantajes hechos a los médicos, desde el secuestro a obligarles a ser cómplices, ha llevado al Consejo Regional de Medicina de Río a preparar un informe que será enviado a las autoridades.
Es tal la preocupación de los médicos que todos los que han testimoniado para el informe han pedido el anonimato por miedo a represalias. Los médicos ya han decidido no vestir de blanco cuando van a trabajar al hospital para no ser identificados como tales y hasta en sus casas, las batas blancas son lavadas y secadas en secreto para que nadie sepa que allí vive un médico que trabaja en el hospital.
El Consejo Regional de Medicina de Río va a pedir a las autoridades públicas, según ha publicado el diario O Globo, medidas extraordinarias para defender a los médicos y para evitar en lo posible los asaltos de los narcos a los hospitales. La última invasión espectacular tuvo lugar el 22 de diciembre pasado cuando 10 narcos, vestidos con las batas blancas de los médicos y armados con ametralladoras, rescataron del hospital Miguel Couto, a 200 metros del 23 Batallón de la Policía Militar, en el aristocrático barrio de Leblon, al jefe del tráfico de drogas de la favela Morro do Adeus, Leandro Aparecida de Jesús Sabino. Los criminales llegaron en tres coches y rindieron a los guardias, a los médicos, a pacientes y funcionarios. Con traumatismo craneal y en estado grave, el narco fue llevado a hombros por uno de los cómplices y liberado.
En otra ocasión, también el año pasado, 21 personas fueron mantenidas como rehenes durante horas por una banda de 15 hombres que asaltó el hospital Graffrée e Guinle en el castizo barrio de Tijuca. Otras veces los narcos entran (siempre vestidos de médicos) disparando, y los médicos y enfermeras tienen que esconderse debajo de las camas de los enfermos.
Entre las medidas extraordinarias que el Consejo Regional de Médicos de Río va a pedir a las autoridades figuran un sistema de alarma en los hospitales, parecido al de los bancos, para que los médicos puedan llamar enseguida a la policía. Otra opción podría ser la instalación de cámaras de vídeo donde quedarían registradas las caras de los asaltantes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de enero de 2004