A la luz de las cifras de la encuesta de población activa (EPA) del cuarto trimestre de 2003, no puede decirse que el mercado laboral español haya experimentado sensibles cambios el año pasado. El inmovilismo estructural es casi absoluto. El tirón económico, basado en los servicios y la construcción, ha generado 484.000 puestos de trabajo, un volumen notable que refleja bien la importancia del repunte de la economía española en relación con el resto de Europa, pero insuficiente para recortar sustancialmente la tasa de paro (del 11,45% en 2002 ha pasado al 11,20% en 2003), debido principalmente a la intensa afluencia de personas al mercado de trabajo. Se da la paradoja de que con una creación tan intensa de empleo y con un registro récord en el número de ocupados (16,86 millones de personas), el paro siga creciendo, concretamente en 12.500 personas durante el cuarto trimestre del año y 8.900 en el conjunto del año.
Ahora bien, la composición interna del paro en España parece petrificada, según la EPA. La tasa de temporalidad del empleo sigue siendo el doble de la media europea, lo cual dice alto y claro cuál es la calidad del empleo español; el paro de las mujeres duplica escandalosamente el de los varones (15,56% frente a 8,20%) y el empleo en la industria sigue desmoronándose a un ritmo significativo: cayó el 3% el año pasado. Todo es coherente con el modelo de crecimiento: mientras la industria de manufacturas está atravesando una crisis muy intensa, socavada por la pérdida de competitividad y las deslocalizaciones, los servicios -especialmente de baja cualificación- y la construcción siguen tirando de la demanda y ofreciendo oportunidades de empleo.
Una parte de las paradojas expuestas se explican por la inmigración. Es uno de los factores -junto con la afluencia masiva de mujeres al mercado de trabajo, más de 330.000 en el año- que impiden reducir el paro. El año pasado fue el del mercado petrificado; a ver si es posible que en 2004, después de las elecciones, las iniciativas laborales acordadas por los agentes sociales y el Gobierno procuren un sistema laboral con menos empleo temporal y más ocupación femenina.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de enero de 2004