Ya está aquí la locura de la Super Bowl, la final del campeonato de fútbol americano, un acontecimiento mediático y publicitario que supera con mucho el aspecto deportivo. Mañana, en Houston, los Patriots de Nueva Inglaterra se enfrentan a los Panthers de Carolina, y 130 millones de estadounidenses estarán pendientes de las jugadas, de los anuncios -los mejores y más caros del año- y de la comida. La CBS asegura que la audiencia mundial de la Super Bowl -ya en su 38º edición- asciende a 1.000 millones de espectadores.
En el programa de televisión más visto del año, cada anuncio de 30 segundos cuesta un promedio de 2,3 millones de dólares, frente a los 2,1 del año pasado y los 42.000 dólares que costaba el medio minuto en la primera edición de la Super Bowl, en 1967. Desde General Motors hasta IBM, America Online o Pepsi, desde las marcas de cerveza hasta los aperitivos que acompañan a las bebidas -es el segundo día del año, después del de Acción de Gracias, de mayor consumo de comida-, se esmeran en la publicidad, una competición paralela a la deportiva.
La competencia es feroz: este año hay dos productos rivales cuyo objetivo es remediar las dificultades en la erección, dos tarjetas de crédito, cuatro estudios de Hollywood y cuatro marcas de automóviles. En líneas generales, hay un tono más ligero y más optimista que el de los dos últimos años, cuando dominaba un ambiente sombrío por los atentados del 11-S.
Mañana podremos ver a Mohamed Alí recomendar a un chico que se dedique a agitar el mundo; un abuelo y una abuela que pelean por una bolsa de patatas fritas, y un grupo de niños y niñas cantando una canción sobre la demanda que les han puesto las discográficas por piratear música a través de Internet. No estará, en cambio, el anuncio de MoveOn contra Bush: la organización hizo un concurso y premió un anuncio en el que se ve a niños que trabajan lavando platos y recogiendo basura con esta leyenda: "Adivina quién va a pagar el déficit de un billón de dólares de Bush". La CBS lo ha rechazado porque su política es evitar "anuncios partidistas".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de enero de 2004