Los hombres son cada día más sensibles. Lo leí el martes en las páginas de Salud de este periódico. Un instituto de sondeos y una marca de dentífrico para dientes y encías sensibles han determinado, después de entrevistar a hombres y mujeres de Dinamarca, España, Italia, Noruega, Francia, Reino Unido y Suecia, que en Europa aumenta la sensibilidad masculina. El Norte es frío, el Sur es cálido. Los del Sur son más sensibles, más capaces de sentir, y España es el sur del Sur europeo: aquí todas las mujeres son sensibles, y nueve de cada diez hombres se sienten sensibles, mucho más que los noruegos o los suecos (sólo cuatro de cada diez se manifiestan propensos a expresar emociones y repartir abrazos: en esto parece consistir la sensibilidad).
Pero los encuestadores llegaron a Sevilla y sólo encontraron a un tercio de sevillanos contentos con la sensibilidad de las sevillanas: el resto quiere que las sevillanas se muestren más sensibles, aunque todas las mujeres de España se consideran muy sensibles, prácticamente sin excepción, según la encuesta. Son muy subjetivas estas cosas. Por ejemplo, yo creo que el estereotipo del Sur sensible, emotivo, inocente o infantiloide, apasionado, libre, es decir, salvaje, es un cliché nórdico: una manera que tienen los del Norte de verse más civilizados, más hechos que los del Sur. Siempre según el mismo sondeo, la mayoría de los españoles relaciona la sensibilidad con los niños.
Lo leí por casualidad inmediatamente después de conocer unas viejas y extrañas declaraciones del inglés William Golding, el autor de El señor de las moscas. El italiano Alberto Arbasino habló con Golding mucho antes de que ganara el Premio Nobel y pasara por Sevilla: Golding era en 1958 profesor de instituto en Salisbury. Enseñaba Lengua y Filosofía y confesó a Arbasino que la idea de los niños náufrafos y malvados de El señor de las moscas procedía de la observación directa de sus alumnos. Los niños, de acuerdo con Golding, son "malos, crueles, vicious y sucios... Los niños no son buenos, son infames... totalmente incapaces de imponerse leyes y cumplirlas", decía el alegre maestro.
Otro asunto: según la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en Portugal, España, Italia y Grecia (¡el profundo Sur!) el clientelismo político, el paternalismo estatal y el poder de los partidos aseguran la absoluta intervención gubernativa en la radiotelevisión pública, y TVE sería ejemplar en este sentido. Estoy de acuerdo con la Asamblea, pero encuentro en el periódico romano La Repubblica una excepción, un caso de sensibilidad femenina: Daniela Tagliafico, subdirectora del principal telediario de la RAI, ha pedido que la liberen de la responsabilidad de tratar las noticias siempre a beneficio de Berlusconi. Lo usual en España es que el personal de los telediarios se vaya con su Gobierno: cada gobierno tiene sus presentadores, sus máscaras televisivas. Cae el Gobierno y cae la máscara, detalle digno de atención. Clemente Mimun, director del gubernamental telediario italiano, dijo el otro día: "El que no esté a gusto que se largue". Y la señora Tagliafico se ha ido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de febrero de 2004