La céntrica calle del Barco, junto a la Gran Vía, mostraba ayer desde la primera planta de uno de sus edificios esta escena: varias piernas de maniquíes de mujer sobresalían desde los balcones hacia la vía pública, paralela a la de la Ballesta. Comentada con sorpresa por los forasteros y con sorna por el vecindario, la idea pudo tener su origen en un problema de espacio de un taller de sastrería.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 4 de febrero de 2004