Mi hijo de cinco años acude a una piscina. Es difícil conseguir plaza. Las instalaciones son muy buenas y, al ser un centro de la Comunidad, los precios son más bajos que en uno privado. Para la mayoría de los padres supone un esfuerzo llevar al niño a la piscina, aunque esto forma parte de nuestras responsabilidades. Pero se trata de que el niño aprenda y se divierta.
Sin embargo, nos encontramos con que las clases que se imparten a estos niños son nulas. La mayoría de los profesores desatienden las clases de una forma sistemática. Durante la hora que dura su trabajo se dedican a hablar entre ellos, ante la desesperación de los padres que vemos cómo nuestros hijos se aburren como ostras y no avanzan.
Este hecho se ha denunciado a la dirección. Dicen que saben lo que sucede, pero que no pueden hacer nada. La gente comenta que si se tratara de un centro privado no se atreverían a hacer esto. Puede que tengan razón, pero si es así todavía me parece más injusto.
Espero que alguien tome alguna medida. A mí se me ocurre una muy sencilla: contratar a gente con ganas de trabajar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 4 de febrero de 2004