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CRÓNICAS DEL SITIO

El buzón

Habiendo caído por mis pecados bajo la maldición gitana de "pleitos tengas y los ganes", me encontré el otro día en un juzgado, dispuesta a perder una hora por unos papeles. Pero el funcionario que debía atenderme se había ido a tomar su café. Deambulando por los pasillos me topé con un curioso artefacto, híbrido de armario ropero y Playstation, que ponía "Buzón de Sugerencias al Consejo del Poder Judicial".

Las horas pasaban y yo seguía sin noticias del funcionario. Cuanto más veía el extraño buzón más me ilusionaba la idea de iniciar una relación por correspondencia con el Poder Judicial en persona. De manera que cogí un impreso y lo rellené con buena letra y mejores intenciones.Una vez desahogué mi frustración contra el Estado, metí el sobre en la ranura del armario galáctico. Pero justo en ese momento, dos fornidos camioneros atravesaron la puerta cargando con un armario idéntico al otro. Uno de ellos exclamó: ¿"Dónde dejo este bulto?".

Me maravillé de la rapidez con que el Poder Judicial contestaba a mi demanda, enviándome un segundo buzón donde pudiese depositar nuevas quejas.Pero mi sorpresa fue mayor cuando vi aparecer a un funcionario, aparentemente salido de una huerta para ir a misa, que dijo sobrepasando con su voz a la del camionero: "Egun on. Soy Shanti, el administrador de Bienes Muebles del Departamento de Justicia del Gobierno vasco". Y como el transportista no pareciese impresionado por esta declaración de autoridad, añadió algo que sonaba así: "Este Palacio de Justicia pertenece al Gobierno vasco y ese mobiliario español puede llevárselo de vuelta a Madrid. Y de paso se lleva también este otro".

El camionero contestó: "Mire usted. A mí me han pagado por traer este bulto y no voy a llevármelo de nuevo".

El llamado Shanti no insistió, pero al poco raro aparecieron otros cuatro transportistas diciendo a coro:"¡Egun on!". Y se llevaron a cuestas los dos buzones.

Pero los días siguientes no pude dejar de pensar en el buzón y en su largo recorrido hasta Madrid. Me preguntaba si la respuesta del Poder Judicial a mi carta vendría también dentro de un armario.

El pasado domingo, pasé por delante de los aparcamientos de Elorrieta, donde se guarda el Gargantúa. Y me pareció ver a su lado a mi buzón junto con su hermano gemelo. Me acerqué sigilosa y alcancé a escuchar su lamento a Gargantúa: "Que me hayan encerrado aquí por ser de Madrid no es lo que me duele; lo peor es que tengo en mis entrañas un mensaje que no puedo entregar".

Gargantúa contestó: "¿A ti te preocupa una carta? En la barriga tengo yo varios niños perdidos. Y aquí me tienen, aparcado. Sólo me sacan en fiestas".

-"Pero si tú eres más vasco y te mueres..."

-"Calla; que no he podido sacar aún el perfil de euskera".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 4 de febrero de 2004