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Editorial:

Pies de barro

La economía española crece a tasas aceptables, incluso brillantes teniendo en cuenta el entorno depresivo europeo. En el año 2003 creció el 2,4%, por encima de lo esperado. Pero lo cierto es que no crece bien. Hasta tal punto, que la UGT considera que el PP "ha despilfarrado un periodo dulce de crecimiento económico". En un documento elaborado ante la campaña electoral, el sindicato asegura que el modelo productivo de Aznar "tiene los pies de barro y es insostenible".

El aumento del PIB en 2003, como en años anteriores, se fundamenta en la subida de la demanda nacional, que ha aumentado a una tasa superior a la del conjunto de la economía (3,2%), según las estimaciones del Banco de España. La conclusión más preocupante de este desequilibrio entre demanda y crecimiento del PIB es que un año más el sector exterior ha restado posibilidades de crecimiento de la riqueza nacional, confirmando la creciente pérdida de competitividad exterior. El diferencial de inflación con Europa no se mantiene impunemente durante varios años en torno a un punto sin que se aprecien las consecuencias.

Sucede, además, que no ha sido precisamente la inversión en bienes de equipo -asimilable a inversión productiva- el motor que ha impulsado el tirón de la demanda, sino la construcción y el consumo de los hogares. El resultado ha sido una fuerte escalada de precios de los activos inmobiliarios, que explica a su vez el enorme endeudamiento de las familias. Éstas, sin embargo, han aprovechado el nivel bajo de los tipos de interés para aumentar las decisiones de gasto en todos los ámbitos. El hecho de que el crecimiento camine de la mano de la construcción y el consumo demuestra que la economía española mantiene una dependencia muy elevada de tipos de interés anormalmente bajos para su nivel de inflación.

Es dudoso que pueda mantenerse responsablemente este patrón. La economía española tiene sed de inversión en sectores industriales y de servicios, no sólo en construcción. Si no se diversifica y enriquece este patrón, se perderá el pulso y la posición relativa respecto a los diez países que se incorporan en mayo a la UE con unos costes laborales mucho más bajos.

El mercado laboral empieza a resentirse del excesivo peso de la construcción, único sector donde se reduce significativamente el desempleo. La escasez de la inversión y la debilidad de la industria y los servicios de alta cualificación castigan especialmente el empleo femenino. No es un accidente que el paro femenino (13,3%) duplique la tasa del masculino (6,4%), ni que el desempleo femenino haya aumentado en 49.455 personas en enero de este año.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de febrero de 2004