El pasado mes de diciembre asistimos al Día de Puertas Abiertas del Congreso de los Diputados, coincidiendo con el 25 aniversario de nuestra Constitución. Ese día, muchas ciudadanos, jóvenes y viejos, guardaron pacientemente la cola para visitar ese Templo de la Democracia donde -nos dicen- reside la Soberanía Popular.
Dado que, como es público y notorio, la Soberanía ha cambiado de domicilio y ha ido a instalarse en la Cámara de Representantes de Norteamérica en Washington, propongo no solamente acabar con tan obsoleta celebración, pues ha perdido ya todo su sentido, sino que sugiero además la adecuación de los usos del edificio a otros más acordes con la realidad política y social de nuestro país, que permitan además rentabilizar ese inmenso caserón de la Carrera de San Jerónimo y dependencias aledañas.
En este sentido, me permito sugerir al Gobierno la conversión del Congreso en un gran parque temático y de ocio, donde las buenas gentes puedan consumir a gusto y pasar los domingos en familia. La oferta estrella podría ser una pista de esquí aprovechando la pendiente de la Cámara de Diputados. El complejo podría llamarse Soberania (así, sin acento), y su éxito estaría asegurado. ¿Para qué hacer un solo y triste día de puertas abiertas, cuando podemos tenerlo abierto todos los días del año, y además cobrando una entrada?
La actuación urbanística podría completarse con la demolición de los edificios anexos para construir, previa recalificación del solar, varios edificios de pisos de gran lujo, con extensas zonas ajardinadas.
Confío en que estas iniciativas tengan una favorable acogida entre los miembros del Gobierno y diputados con intereses inmobiliarios -supongo que alguno habrá-, que podrían prestar su desinteresada colaboración para hacer realidad este innovador proyecto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de febrero de 2004