Según todas las informaciones que he podido leer en los últimos dos o tres días, dentro de poco el Sr. Zaplana saldrá a la palestra para decirnos a todos, con ese imperturbable gesto indolente, que en Irak no ha habido guerra y que los militares norteamericanos, británicos y españoles están allí de maniobras, y que la OTAN está muy contenta de cómo progresan las mismas dentro de los planes estratégicos conjuntos y de las resoluciones de Naciones Unidas (ONU) a las que el Ejecutivo español, no sólo respeta, sino que venera y ha convertido en lectura de cabecera para todos los representantes del Gobierno.
A estas alturas, lo más grave ya no es mentir, ni tan sólo tergiversar todo lo que con vehemencia febril nos intentaban endilgar tanto la ministra de Asuntos Exteriores, como el vicepresidente del Gobierno, como el ministro Portavoz, e incluso el mismo presidente del Gobierno, quien en TVE así como en el Congreso de los Diputados admitía lo que ahora niega. Lo grave, lo realmente grave, es la continua práctica del "ningunear" al pueblo que, en definitiva, los ha votado. Esa falta de respeto hacia los ciudadanos y sus instituciones es lo que, dentro de la política interna del Estado, considero más grave aunque sin punto de comparación con la tragedia iraquí de los últimos meses. De la imagen que tenemos hoy en Europa y el resto del mundo, aparte de ridículo y desinterés, sólo retruenan dos palabras: "Viva Honduras".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de febrero de 2004