Hasta ahora, cuando me preguntaban cuáles eran mis sentimientos con respecto a la polémica levantada tras el accidente del Yak 42 contestaba con un lacónico: "estoy decepcionado". Ahora acabo de enterarme que mi capitán, mi cuñado o cualquiera de los otros 60 compañeros, algunos amigos, y casi todos conocidos durante los diez días que duró el relevo, pueden haber sido enterrados lejos de su patria. En estos momentos no sólo estoy decepcionado sino harto de tener un ministro tan incapaz de ocupar el cargo con un mínimo de dignidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de febrero de 2004