¿Hay motivos para desconfiar de los programas que tutean al espectador? Háblame de ti (Antena 3), A tu lado (Tele 5), Sabor a ti (Antena 3) y Cerca de ti (TVE) dedican parte de su tiempo a hurgar en las miserias humanas, aunque también incluyen otras secciones (tertulias de cotilleo o sobre espacios de la cadena, falsas telenovelas, caldos de boda). A estos programas hay que añadir otros que, sin segunda persona en su título, coquetean con argumentos parecidos, como El diario de Patricia (Antena 3), Ésta es mi historia (TVE) o Como la vida (Antena 3). En mayor o menor medida, todos se inspiran en el género del testimonio nacido hace décadas en Estados Unidos, espectáculos seudoterapéuticos en los que alguien cuenta una desgracia o extravagancia. La particularidad puede ser cómica, trágica o tragicómica, frívola o, como en el caso de Ésta es mi historia, trascendente en apariencia. La cómica: ser chistoso (enunciado de un reciente Cerca de ti: 'Se parten de risa conmigo'). La trágica: haber sido violada. La tragicómica: pillar a tu marido con otra mujer en la cama y tener ánimos para acudir a contarlo a un plató. La frívola: odiar a tu suegra.
Otro filón que se explota con descaro es el reencuentro de alto voltaje. Hermanos que no se conocen, hijas que abrazan a su madre tras una durísima vida de orfanatos y demás exhibiciones de pornografía lacrimógena. Este tipo de programa pone a prueba la profesionalidad del presentador y el hígado del espectador (Ana Rosa Quintana, Agustín Bravo y Óscar Martínez se muestran más distantes que Emma García, menos entusiastas que Alicia Senovilla, menos mecánicos que Patricia Gaztañaga y no tan enfáticos como Ana García Lozano). Hay que saber fingir que te emocionas o contener el desgarro verdadero y, al mismo tiempo, colocar el testimonio de una madre que ha perdido a su hijo en un accidente (aéreo, de tráfico, por sobredosis) entre un anuncio de colchones y una tertulia del corazón en la que, para más inri, se escarba en la inestabilidad de Tamara, Ángel Cristo o cualquier juguete roto por el veneno de la fama. El sentido de estos testimonios, emitidos mayoritariamente en horario familiar, no es compartir una experiencia o denunciar situaciones como los explotadísimos malos tratos, sino elevar a categoría televisiva la malsana curiosidad del conductor que aminora la marcha para ver la sangre de un accidente de carretera. A menudo, estos programas son auténticas cunetas en las que se confunden víctimas, testigos y buitres. Y el tuteo no es sólo una forma de identificación, sino también un guiño de vergonzosa complicidad con el espectador.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de febrero de 2004