Enma García Blanco, de 23 años, no ha pasado por ninguna facultad de Bellas Artes aunque tiene más de seis años de experiencia a sus espaldas. "Comencé pintando cuerda seca en un polígono de Sevilla con 17 años, también daba charlas de cerámica a alumnos de los colegios", explica esta madrileña afincada en Sevilla. Sus primeros trabajos fueron frustrantes y poco a poco se ha ido haciendo un hueco tras pasar por una escuela de arte sevillana, experiencia que no repetiría. Es partidaria del trabajo independiente y de la formación autodidacta.
"Hay gente que por estudiar en la facultad de Bellas Artes se cree artista y yo creo en lo que vas aprendiendo día a día", afirma Enma.
Los murales del teatro chino o los detalles de las calles californianas de Beverly Hills, ambos trabajos en el parque temático madrileño Warner llevan su firma; así como las enormes figuras de inspiración egipcia y aztecas que adornan los jardines de discotecas en la localidades sevillanas de Paradas y Cabra. Defiende el trabajo con distintos materiales y la formación continua aunque no tenga premio académico. "La carrera te da seguridad aunque todo es muy académico. Al final las cosas te tienen que salir del corazón. Técnicamente tienes que tener unos conocimientos aunque no también tiene que ser algo interior y eso no se aprende", señala. Ha decorado muchos de los interiores de locales como los Café de Indias aunque a lo que aspira es a aprender un programa de diseño para plasmar todas sus ideas en el papel antes de cada obra. Reivindica "el arte que hay en las cosas que no llaman la atención de la calle" aunque señala "la dificultad de hacerse un hueco y conseguir con el arte un trabajo bien remunerado".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 10 de febrero de 2004