Y ahora resulta que las armas de destrucción masiva sí que existían y el señor Husein decidió que era mejor destruirlas o llevarlas a otro país para que el señor Bush no pudiese encontrarlas. Cómo no. Cualquiera bajo ataque se desharía de sus medios de defensa para hacer quedar mal al atacante... En fin, veamos lo que tarda nuestro surrealista presidente en subirse al carro con su camarada americano.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de febrero de 2004